Fuente: elplural.com
De la necesidad, virtud. El rey Mohamed parece dispuesto a hacer buena la recomendación de Maquiavelo y en plena efervescencia democratizadora en el mundo árabe, anuncia una profunda reforma constitucional que eventualmente hará de su país una monarquía parlamentaria y de su persona un jefe de Estado menos sacralizado. Hace apenas un mes, el monarca dijo que “no cedería a la demagogia y la improvisación”, es decir a actuar bajo presión popular (hemos olvidado que en el noroeste del reino, beréber y de hecho la menos monárquica del país, hubo muertos y heridos) , pero el miércoles anunció, con una calendario aceptable, cambios potencialmente decisivos.
Cuatro patas del nuevo banco
Se pueden cifrar en cuatro las reformas apuntadas, todas de gran envergadura: a) primer ministro políticamente autónomo que deberá obtener la confianza del parlamento; b) presunto adiós a los cuatro “ministerios de soberanía”; c) gabinete nombrado (no “propuesto a S.M”, como hasta ahora), por el jefe de gobierno; d) consolidación definitiva de la independencia judicial, la protección efectiva de los derechos humanos y el control del proceso electoral.
La dimensión constitucional de este programa es, literalmente, una re-creación del régimen monárquico, su equiparación a las pocas monarquías supervivientes en el planeta, en su mayoría democráticas, por la aportación de las diez europeas y las dos asiáticas principales (Tailandia y Malasia).
La perspicacia real
El rey parece haber comprendido finalmente que el mejor medio de mantener a una familia en la jefatura de un Estado y dotarla de algunos privilegios es… el del explícito consentimiento popular y el beneficio mutuo. El célebre “contrato” entre la persona regia y la “nación”, aunque sea meramente retórico a estas alturas, solo sirve si se acompaña del genuino contrato civil y democrático: que una Carta magna discutida, querida y genuinamente aprobada lo estipule así en su artículo primero.
Hassan II, de cuya inteligencia y capacidad para prevalecer no hay apenas dudas, no quiso aceptarlo, tal vez prisionero de una cierta educación y en el marco de una sacralización de la monarquía.
Cambiar de costumbres y .. de amigos
Pero lo dicho no es todo ni siquiera, tal vez, lo más relevante. La dinastía de los alauíes, en el gobierno desde el siglo XVII tiene ahora, en la persona del joven rey otro cambio que hacer y ese no es solo constitucional: tiene que mudar de hábitos, de mentalidad y, sobre todo, de amigos.
El rey, a través del grupo empresarial Omnium (un oligopolio cuya fundación se remonta a los años veinte) es la primera fortuna del reino y una de las mayores del mundo. Y su más íntimo amigo, Fuad Alí al-Hima, fue el artesano del partido-estado clientelar creado a golpe de influencia de Palacio y de talonario para ganar elección tras elección, el de la “Autenticidad y Modernidad de Marruecos”.
El marco histórico-cultural
Quedan muchos problemas que abordar y que deben encontrar ya en la reforma constitucional. Dos de tales problemas están pendientes de una aproximación que solo puede ser democrático y de diálogo: el primero es el del Sahara occidental, acerca del cual, es cierto, se da una “unanimidad nacional” (sobre la soberanía marroquí en el territorio) pero que consume ingentes recursos y cuesta un serio problema de credibilidad al reino. Y probablemente el proyecto de “regionalización” en marcha no será suficiente para abordarlo.
Y el otro es el del islam político, o, en dos palabras, qué hacer con el islamismo ahora refugiado en una “asociación” que funciona como puede, en tono menor y bajo estricta observación policial, “Justicia y Espiritualidad”, fundada por el sheik Yassin. Hay un islamismo oficial, “Partido de la Justicia y el Desarrollo” que ha jugado el juego hasta ahora, con cierto éxito, pero con visible insuficiencia. El islamismo político en Túnez, con al-Nahda, y en Egipto, con los “Hermanos Musulmanes”, está siendo rehabilitado a toda velocidad y en esos países habría sido inimaginable mantenerlos vetados. ¿Será también así en Marruecos?
El buen y próspero vecino
Hay, en fin, un aspecto en todo el positivo proceso en marcha de particular relevancia para España: el reino de Marruecos es nuestro gran vecino del Sur y su estabilidad, prosperidad y democratización no pueden sino ser bien recibidas y apoyadas a fondo.
La relación bilateral ha pasado momentos críticos, como sucedió con la inolvidable expedición punitiva de un gobierno Aznar a la isla de Perejil, que la destrozó para años. El largo periodo Zapatero-Moratinos no solo la reparó, sino que la normalizó, la hizo útil y fructífera y apostó invariablemente por el deseable próspero vecino.
La satisfacción en Madrid es, pues, grande. Y por partida doble: en el gobierno y en la calle. ¿Dos monarquías democráticas asomándose al Estrecho? La historia se mueve…
De la necesidad, virtud. El rey Mohamed parece dispuesto a hacer buena la recomendación de Maquiavelo y en plena efervescencia democratizadora en el mundo árabe, anuncia una profunda reforma constitucional que eventualmente hará de su país una monarquía parlamentaria y de su persona un jefe de Estado menos sacralizado. Hace apenas un mes, el monarca dijo que “no cedería a la demagogia y la improvisación”, es decir a actuar bajo presión popular (hemos olvidado que en el noroeste del reino, beréber y de hecho la menos monárquica del país, hubo muertos y heridos) , pero el miércoles anunció, con una calendario aceptable, cambios potencialmente decisivos.
Cuatro patas del nuevo banco
Se pueden cifrar en cuatro las reformas apuntadas, todas de gran envergadura: a) primer ministro políticamente autónomo que deberá obtener la confianza del parlamento; b) presunto adiós a los cuatro “ministerios de soberanía”; c) gabinete nombrado (no “propuesto a S.M”, como hasta ahora), por el jefe de gobierno; d) consolidación definitiva de la independencia judicial, la protección efectiva de los derechos humanos y el control del proceso electoral.
La dimensión constitucional de este programa es, literalmente, una re-creación del régimen monárquico, su equiparación a las pocas monarquías supervivientes en el planeta, en su mayoría democráticas, por la aportación de las diez europeas y las dos asiáticas principales (Tailandia y Malasia).
La perspicacia real
El rey parece haber comprendido finalmente que el mejor medio de mantener a una familia en la jefatura de un Estado y dotarla de algunos privilegios es… el del explícito consentimiento popular y el beneficio mutuo. El célebre “contrato” entre la persona regia y la “nación”, aunque sea meramente retórico a estas alturas, solo sirve si se acompaña del genuino contrato civil y democrático: que una Carta magna discutida, querida y genuinamente aprobada lo estipule así en su artículo primero.
Hassan II, de cuya inteligencia y capacidad para prevalecer no hay apenas dudas, no quiso aceptarlo, tal vez prisionero de una cierta educación y en el marco de una sacralización de la monarquía.
Cambiar de costumbres y .. de amigos
Pero lo dicho no es todo ni siquiera, tal vez, lo más relevante. La dinastía de los alauíes, en el gobierno desde el siglo XVII tiene ahora, en la persona del joven rey otro cambio que hacer y ese no es solo constitucional: tiene que mudar de hábitos, de mentalidad y, sobre todo, de amigos.
El rey, a través del grupo empresarial Omnium (un oligopolio cuya fundación se remonta a los años veinte) es la primera fortuna del reino y una de las mayores del mundo. Y su más íntimo amigo, Fuad Alí al-Hima, fue el artesano del partido-estado clientelar creado a golpe de influencia de Palacio y de talonario para ganar elección tras elección, el de la “Autenticidad y Modernidad de Marruecos”.
El marco histórico-cultural
Quedan muchos problemas que abordar y que deben encontrar ya en la reforma constitucional. Dos de tales problemas están pendientes de una aproximación que solo puede ser democrático y de diálogo: el primero es el del Sahara occidental, acerca del cual, es cierto, se da una “unanimidad nacional” (sobre la soberanía marroquí en el territorio) pero que consume ingentes recursos y cuesta un serio problema de credibilidad al reino. Y probablemente el proyecto de “regionalización” en marcha no será suficiente para abordarlo.
Y el otro es el del islam político, o, en dos palabras, qué hacer con el islamismo ahora refugiado en una “asociación” que funciona como puede, en tono menor y bajo estricta observación policial, “Justicia y Espiritualidad”, fundada por el sheik Yassin. Hay un islamismo oficial, “Partido de la Justicia y el Desarrollo” que ha jugado el juego hasta ahora, con cierto éxito, pero con visible insuficiencia. El islamismo político en Túnez, con al-Nahda, y en Egipto, con los “Hermanos Musulmanes”, está siendo rehabilitado a toda velocidad y en esos países habría sido inimaginable mantenerlos vetados. ¿Será también así en Marruecos?
El buen y próspero vecino
Hay, en fin, un aspecto en todo el positivo proceso en marcha de particular relevancia para España: el reino de Marruecos es nuestro gran vecino del Sur y su estabilidad, prosperidad y democratización no pueden sino ser bien recibidas y apoyadas a fondo.
La relación bilateral ha pasado momentos críticos, como sucedió con la inolvidable expedición punitiva de un gobierno Aznar a la isla de Perejil, que la destrozó para años. El largo periodo Zapatero-Moratinos no solo la reparó, sino que la normalizó, la hizo útil y fructífera y apostó invariablemente por el deseable próspero vecino.
La satisfacción en Madrid es, pues, grande. Y por partida doble: en el gobierno y en la calle. ¿Dos monarquías democráticas asomándose al Estrecho? La historia se mueve…
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