Por supuesto que se debe prohibir a Israel participar en La Vuelta Ciclista a España (y en cualquier evento o competición internacional)
Islam en Murcia - 05.09.25 - Abde C., periodista
![]() |
| Manifestación en Murcia por Palestina el pasado 4 de agosto (foto: Carlos Trenor) |
Lo que ocurrió el pasado miércoles 3 de septiembre en Bilbao, durante el paso de La Vuelta Ciclista, me hizo volver a creer, aunque sea por un instante, en la humanidad y en la posibilidad de un mundo más justo. La protesta contra la participación del equipo israelí en esta competición no solo fue legítima, fue necesaria. Es hora de que hablemos claro: los equipos israelíes deben ser excluidos de cualquier evento mediático o deportivo internacional.
Y no se trata de un gesto simbólico. Se trata de una medida imprescindible para ejercer presión sobre un Estado que está llevando a cabo, en Gaza, una operación militar que ha sido calificada como genocida por múltiples voces autorizadas, entre ellas juristas internacionales, ONGs y relatores de la ONU.
Mientras escribo este artículo, Israel sigue bombardeando Gaza. Sigue matando a mujeres, niños y ancianos. No son daños colaterales, son víctimas directas de una estrategia bélica desproporcionada y criminal. Más de 35.000 personas han muerto (según cifras recientes de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU - OCHA) y decenas de miles han quedado heridas, mutiladas o desplazadas. Aunque evidentemente las cifras reales son mucho más.
Hay quien creerá que no se puede responsabilizar a todos los ciudadanos de Israel por las acciones de su gobierno. Y es cierto que no todos son responsables, pero sí están implicados. Todos lo estamos. En una democracia, por limitada que sea, un gobierno existe porque ha sido respaldado por una parte significativa de su población. Y cuando ese gobierno comete crímenes atroces, el silencio o la indiferencia ciudadana se convierte en complicidad.
Los israelíes deben sentir el coste de las decisiones que toma su Estado. No a través del castigo físico, sino tocando lo que más impacto tiene en cualquier sociedad: su economía, su cultura, su proyección internacional. La historia nos enseña que los boicots y las sanciones sí funcionan. Lo vimos con el apartheid en Sudáfrica. La exclusión de sus equipos deportivos fue una herramienta clave para aislar y presionar al régimen. También se hizo con Rusia. Ahora, debemos aplicar la misma lógica.
No podemos esperar a que Estados Unidos actúe: EE.UU. es Israel, e Israel es EE.UU.. Su alianza es inquebrantable y cualquier esperanza de que la Trump frene esta masacre es, simplemente, una fantasía. Tampoco Europa servirá de algo. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha demostrado una ceguera moral y política vergonzosa poniendo trabas a cualquier intento serio de sancionar al Estado israelí. Y por desgracia, tampoco podemos esperar nada de los países árabes, demasiado fragmentados, demasiado temerosos de desafiar a Washington.
Nos toca a nosotros: la ciudadanía global. Nos toca a quienes tenemos una plataforma para hablar, y a quienes, desde la calle, pueden organizarse, protestar, hacer boicot, visibilizar, no olvidar. Porque no se trata solo de apoyar a Palestina, se trata de defender principios básicos de justicia y humanidad.
Prohibir la participación de Israel en La Vuelta, en Eurovisión o en cualquier competición internacional, no es censura: es una medida de presión legítima ante un Estado que comete crímenes contra la humanidad con total impunidad. Es una forma de decir “basta” desde donde podemos, porque está claro que los mecanismos internacionales han fallado. La política ha fracasado.
No estamos hablando de castigar a artistas o deportistas individuales, sino de impedir que un Estado que está cometiendo un genocidio se beneficie de la normalidad de participar en eventos globales, mientras en Gaza se entierran niños cada hora.
Lo dijo Iñaki Gabilondo en una entrevista reciente en la Cadena SER: “me cuesta mucho mirar al futuro con esperanza”. Y tiene razón. Pero si algo puede devolvernos una mínima fe en la humanidad es la movilización y la conciencia colectiva.
Porque solo una Palestina libre podrá devolver algo de dignidad a este mundo que se desangra mientras los poderosos callan. Y porque, sí: el boicot, la presión, la ruptura de vínculos culturales y deportivos con Israel puede ser el primer paso hacia el fin de esta barbarie.

Lo que debería hacer el estado es cortar cualquier relación -sobre todo armamentística- con Israel. Los gobiernos no están para condenar, están para actuar. Y de igual forma con Marruecos por la ocupación ilegal del Sáhara Occidental de acuerdo al derecho internacional.
ResponderEliminarSi condenamos violaciones al derecho internacional, que sean todas. No normalicemos la ocupación israelí, ni la ocupación marroquí.
Israel....¿Puede correr la vuelta ciclista a marruecos?
ResponderEliminar