Islam en Murcia - 18.07.25
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| Vigilancia policial en Torre Pacheco durante esta semana |
"Torre Pacheco: ellos y nosotros", por Laila Atip
Se habla de una buena convivencia desde hace años, narrativa que no comparten muchos jóvenes criados en Torre Pacheco. Pudieron continuar con su educación, formarse a pesar de todos los obstáculos externos e internos. Otros, en cambio, tuvieron que dejar los estudios a mitad, trabajaron y encontraron su hueco en diferentes profesiones. Algunos emprendieron, crearon sus familias y tuvieron hijos. Optaron por seguir en el mismo pueblo al que llegaron sus padres en los 90, o incluso antes. Esta es la historia de centenares de familias en este municipio, y se extiende al resto de la región.
Hay una coexistencia por necesidad. Unos llegan buscando un trabajo que no les exija dominar el idioma y que no requiera formación cualificada, aunque créanme que muchos tienen formación, pero les falta idioma y seguridad en sí mismos. Se conforman y se ven obligados a sacar una familia adelante como buenamente pueden. Tantísimas profesoras que tuve la suerte de conocer y que me cuentan que tienen que aceptar el trabajo de jornalera, limpiadora o cuidadora de personas con necesidades, porque tramitar todos sus diplomas es una odisea.
La coexistencia por necesidad crea grupos, los grupos crean un «ellos» y un «nosotros». Y aquí comienzan las etiquetas, el no sentirse parte de nada, la locura en la que nacen tantos niños. Extranjeros en sus casas, durante las vacaciones, señalados en los colegios, estigmatizados en la calle. Los últimos días he tenido la mala suerte de escuchar lo que piensan muchos vecinos. Se sentía esa incomodidad, pero no habíamos escuchado nunca antes a alguien afirmarlo abiertamente. Dicen que «los niños magrebís tienen malicia», que «no pueden compartir el parque con ellos», «somos demasiado civilizados, ellos no». Así de lamentable es la situación. Recuerdo que estamos en 2025, porque a veces se me olvida viendo todo lo que veo y lo que nos ha tocado escuchar a los que somos segunda generación y tercera. Dicen que los que vienen a aportar, son bienvenidos. Y los que no, no tienen cabida entre nosotros. Te dicen que tienes que ser buen ciudadano, pero eso no importa. Los buenos ciudadanos, la inmensa mayoría de vecinos de origen magrebí del pueblo siguen siendo estigmatizados. En los parques, en las tiendas, en las cafeterías, en los centros de salud, en los colegios. Muchos se aferran a sus valores, a la educación recibida en sus casas, y aguantan todo ese odio sin dejar que influya en su manera de relacionarse. Otros, lamentablemente, no tuvieron la suerte de nacer en el barrio adecuado ni en una familia estructurada y unida, son almas perdidas que todo lo que han recibido es odio y estigma. Y todo lo que tienen para dar es eso.
Nos exigieron condenar todo acto realizado por un magrebí, sin esperar si quiera a que la justicia hiciera su trabajo y detuvieran al delincuente. Nadie condenó la «caza a moros». Pensándolo bien y extrapolando a otro problema social al que nos enfrentamos en el día a día, ningún hombre sale a condenar los feminicidios que cada día ocurren en el país. ¿Acaso tiene la culpa el hombre por ser hombre? ¿Desde cuándo hay que pedir disculpas por el pecado ajeno? Nos duele profundamente todo lo que está ocurriendo, y nos duele haber perdido la esperanza después de haber presenciado tanto en tan pocos días. Hablan del «problema del pueblo», la delincuencia, y no se dan cuenta que eso es la consecuencia del problema. Un problema que lleva años, décadas.
No es una cuestión de no sentirse de aquí, no te dejan sentirte de aquí. Vivimos el día a día pidiendo disculpas por existir. Si no es por tu forma de vestir, es por tus apellidos o tu nombre, por el color de tu piel, cualquier excusa para señalarte y recordarte que no eres de aquí. Y esto, no es vivir. Todos merecemos y necesitamos vivir en paz y tranquilidad. Muchos de los que podemos elegir, decidimos irnos. Por nuestra salud mental. Porque merecemos vivir donde nos quieren, en paz y sin sentirte un criminal bajo la mirada de los que te rodean. Los que no, porque muchas personas en esta vida, no pueden elegir, se quedan. Y seguirá esa coexistencia el tiempo que dure. Unos necesitan mano de obra que tolere unas condiciones de trabajo difíciles y un salario, muy a menudo, no justo. Otros necesitan sacar adelante a sus familias, los cambios dan mucho miedo y más si tienes que velar por el futuro de tus hijos. Seguirán coexistiendo. En un mismo pueblo, pero en mundos paralelos. Igual que venía pasando las últimas décadas.
Irnos no quiere decir que no nos duela lo que aquí pasa. Duele y preocupa. Necesitamos trabajar por un pueblo digno, seguro, justo y honrado. Los vecinos de Torre Pacheco lo necesitan y lo merecen, independientemente de sus apellidos o su origen. Se debe hablar del problema del pueblo, no negarlo. Acabar con la delincuencia, con la venta de drogas, fomentar el desarrollo en los barrios más necesitados. Las familias magrebíes, al igual que el resto de familias del pueblo, también viven con miedo. Miedo por sus hijos, señalados en la calle y en los colegios. Están hartos de tener que vivir justificando su buena ciudadanía, de no ser incluidos y de que sus hijos tengan que superar tantos obstáculos y prejuicios para salir adelante. No podemos tolerar a quién quiera sembrar el miedo, el odio y la inseguridad. No podemos caer en la trampa de justificar la violencia, «un mal menor por un bien mayor» nos dicen algunos. Se tienen que reforzar las autoridades, trabajar en conjunto y codo con codo. Señalarnos y culparnos no nos ofrece ninguna solución.
No será sencillo, no nos engañemos. Lo primordial ahora es mantener la calma, detener a todos lo que ejercen la violencia en la calles y alteren el orden. Descansar de este episodio terrorífico que hemos vivido, que muchos sabían de antes que llegaría a pasar en algún momento, pero otros jamás esperábamos algo así de violento. Mucho menos recibir tantos comentarios llenos de odio. La ignorancia es osada y, a menudo, mala compañía. Se necesita que los vecinos, los que conocen la realidad, hablen, tender puentes y conocernos. Se necesita colaboración con colegios, institutos y centros de formación. Crear conciencia en nuestros adolescentes, que sepan la dimensión de sus actos. Conciencia y valores, que cada vez escasean más. No es la diferencia el problema, sino la falta de empatía. Muchas verdades pueden convivir en armonía y paz si son verdades que se respetan, se cuidan y no se señalan. A muchos les parecerá imposible, y lo seguirá siendo mientras así lo crean. Otros, sin embargo, confiamos en el poder del bien, del cuidado y del respeto.

Antes tenía miedo
ResponderEliminarde quien no pensaba
como yo,..
Ahora,
mi corazón
puede adoptar,
Todas las formas...
Ibn Arabi
La coexistencia y el respeto mutuo define el grado de la humanidad de la sociedad.
Somos todos y todas iguales
Quien no crea eso esta muy equivocado.