Paulino Ros
Islam en Murcia - 22.05.14
La profesión de periodista requiere un compromiso diario con quienes son los destinatarios de tu trabajo: los lectores, los oyentes, los televidentes, el público. Un correcto ejercicio de la misma exige una templanza mayúscula para no descuidar los intereses de tu audiencia, y un comportamiento ético irreprochable.
Compromiso, templanza, ética. He intentado seguir esos principios desde el primer día que abrí este blog, hace ya 6 años. Desde que comencé a informar sobre la vida de los musulmanes en la región de Murcia (antes de este blog, en 1991 ya lo hacía en "Tertulia entre hermanos", en Onda Regional de Murcia) he soportado insultos racistas y xenófobos , amenazas de muerte, rechazo e incomprensión no ya por parte de mis vecinos sino lo que más me duele por parte de algunos colegas. Tampoco me he escapado de ataques informáticos a esta página y a su cuenta de correo electrónico. Nada de eso me arruga, porque siempre me han movido la pasión por mi profesión, y las ganas de demostrar a la sociedad que se equivoca con los musulmanes, que ni son terroristas, ni delincuentes, ni ajenos a nuestra cultura, sino todo lo contrario. Y sobre todo, mi deseo de poner mi granito de arena para conseguir un mundo más pacífico y más justo.
En el camino hacia ese objetivo me he encontrado frecuentemente con noticias publicadas por otros medios de comunicación cuyo tratamiento periodístico no era el más adecuado posible. Quienes llevamos décadas haciendo periodismo somos plenamente conscientes de las dificultades que existen en la actualidad para poder ejercer la profesión como se debería. Ya sea por la crisis o por la revolución de la era digital, no existen los medios humanos suficientes para garantizar una información de calidad. Eso lo notamos todos los días quienes cada día tenemos la suerte de poder dirigirnos a nuestra audiencia desde un medio de comunicación.
No sé si es por falta de medios humanos o por falta de información, el caso es que el diario La Verdad y su redactor, Ricardo Fernández, han publicado noticias relativas a personas de religión musulmana que en mi opinión merecían un mejor tratamiento, y que en ningún caso están escritas con mala fé. Es en este punto donde tengo que reconocerle al director de La Verdad, Alberto Aguirre de Cárcer, que me equivoqué.
Me equivoqué en mis andanadas al diario La Verdad, que al margen de quien lo dirija en este momento, es el medio más antiguo de esta región y el de mayor audiencia, además de ser la primera redacción que yo pisé allá por los años 80. Me equivoqué porque el diario La Verdad y sus directivos tienen todo el derecho del mundo a publicar lo que quieran y como quieran. Me equivoqué porque este blog no es lugar pensado para exponer discusiones profesionales.
Con Ricardo Fernández tambien me equivoqué. Jamás debí dar lugar a llegar a los tribunales, jamás debí dejarme vencer por la rabia y la impotencia. Debería haberlo resuelto como suelo hacerlo siempre, hablando cara a cara, mirando a los ojos.
Espero hacerlo de una vez algún día. Porque Ricardo, Alberto, está claro que me equivoqué. Traicioné mis principios, a mis compañeros de profesión y al espíritu de Islam en Murcia.
Fallé.
Islam en Murcia - 22.05.14
La profesión de periodista requiere un compromiso diario con quienes son los destinatarios de tu trabajo: los lectores, los oyentes, los televidentes, el público. Un correcto ejercicio de la misma exige una templanza mayúscula para no descuidar los intereses de tu audiencia, y un comportamiento ético irreprochable.
Compromiso, templanza, ética. He intentado seguir esos principios desde el primer día que abrí este blog, hace ya 6 años. Desde que comencé a informar sobre la vida de los musulmanes en la región de Murcia (antes de este blog, en 1991 ya lo hacía en "Tertulia entre hermanos", en Onda Regional de Murcia) he soportado insultos racistas y xenófobos , amenazas de muerte, rechazo e incomprensión no ya por parte de mis vecinos sino lo que más me duele por parte de algunos colegas. Tampoco me he escapado de ataques informáticos a esta página y a su cuenta de correo electrónico. Nada de eso me arruga, porque siempre me han movido la pasión por mi profesión, y las ganas de demostrar a la sociedad que se equivoca con los musulmanes, que ni son terroristas, ni delincuentes, ni ajenos a nuestra cultura, sino todo lo contrario. Y sobre todo, mi deseo de poner mi granito de arena para conseguir un mundo más pacífico y más justo.
En el camino hacia ese objetivo me he encontrado frecuentemente con noticias publicadas por otros medios de comunicación cuyo tratamiento periodístico no era el más adecuado posible. Quienes llevamos décadas haciendo periodismo somos plenamente conscientes de las dificultades que existen en la actualidad para poder ejercer la profesión como se debería. Ya sea por la crisis o por la revolución de la era digital, no existen los medios humanos suficientes para garantizar una información de calidad. Eso lo notamos todos los días quienes cada día tenemos la suerte de poder dirigirnos a nuestra audiencia desde un medio de comunicación.
No sé si es por falta de medios humanos o por falta de información, el caso es que el diario La Verdad y su redactor, Ricardo Fernández, han publicado noticias relativas a personas de religión musulmana que en mi opinión merecían un mejor tratamiento, y que en ningún caso están escritas con mala fé. Es en este punto donde tengo que reconocerle al director de La Verdad, Alberto Aguirre de Cárcer, que me equivoqué.
Me equivoqué en mis andanadas al diario La Verdad, que al margen de quien lo dirija en este momento, es el medio más antiguo de esta región y el de mayor audiencia, además de ser la primera redacción que yo pisé allá por los años 80. Me equivoqué porque el diario La Verdad y sus directivos tienen todo el derecho del mundo a publicar lo que quieran y como quieran. Me equivoqué porque este blog no es lugar pensado para exponer discusiones profesionales.
Con Ricardo Fernández tambien me equivoqué. Jamás debí dar lugar a llegar a los tribunales, jamás debí dejarme vencer por la rabia y la impotencia. Debería haberlo resuelto como suelo hacerlo siempre, hablando cara a cara, mirando a los ojos.
Espero hacerlo de una vez algún día. Porque Ricardo, Alberto, está claro que me equivoqué. Traicioné mis principios, a mis compañeros de profesión y al espíritu de Islam en Murcia.
Fallé.
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