Fuente: La Razón
En Cataluña residen unos 40.000 musulmanes y se calcula que un 20 por ciento sigue los preceptos más radicales del islamismo, agrupados en el salafismo. ¿Están fuera de control?
En Cataluña residen unos 40.000 musulmanes y se calcula que un 20 por ciento sigue los preceptos más radicales del islamismo, agrupados en el salafismo. ¿Están fuera de control?
Los recientes asesinatos cometidos en Francia por parte de Mohamed Merah y la polémica con el imán de Terrassa (aconsejaba golpear a las mujeres que no se «comportasen» y daba recomendaciones de cómo hacerlo sin dejar huellas) han motivado que las fuerzas de seguridad estén más alerta que nunca en Cataluña y que se aumente el control sobre los líderes religiosos, especialmente los que se enmarcan dentro del salafismo, la corriente más radical dentro del islamismo y de la que han encontrado una buena base en las cuatro provincias catalanas.
Fuentes policiales explicaron a LA RAZÓN que el salafismo está afianzado en Cataluña. Imanes de esta rama del islamismo dirigen tres mezquitas de Barcelona y también la de Terrassa, cuyo líder será con toda seguridad imputado por incitar a la violencia contra las mujeres. Cataluña se ha convertido en un foco de atracción para estos radicales, debido a la gran presencia de inmigración árabe. Sólo en Tarragona, el salafismo controla cinco mezquitas.
Salaf es una forma de decir el nombre de Mahoma. Esta corriente tiene sus orígenes en el siglo IX, y siempre ha propugnado que el islamismo tiene que basarse en una interpretación literal del Corán. El problema es que con los años el salafismo ha derivado hacia la creencia de que no es suficiente con predicar la palabra de Mahoma, sino que se tiene que recurrir al uso de las armas, a la guerra, a la yihad islámica, que es la confrontación con el mundo occidental. En los sermones grabados, el imán de Terrassa no ha hablado de la yihad, pero sí que predica los valores puros del Corán.
Más peligrosa fue la presencia en Cataluña, en dos ocasiones, del terrorista de Toulouse, Mohamed Merah, que mantuvo en jaque al estado francés. Estuvo en un congreso salafista secreto que se celebró en Reus en 2007 y en Gerona el año pasado. ¿En Cataluña podría suceder lo mismo que en la escuela de Toulouse? Ésta es la pregunta que se hacen muchos. La Policía y expertos en islamismo creen que sí, que sería posible. En otras palabras, España está en el mismo nivel de alerta que la vecina Francia.
El paso de Atta
Los Mossos d’Esquadra han intensificado su vigilancia en las mezquitas y en cualquier zona susceptible de convertirse en un lugar de captación de adeptos. En este sentido, el escenario ideal es el barrio barcelonés del Raval, que tiene numerosas calles en las que prácticamente todos los comercios están regentados por musulmanes. Hace tiempo que los Mossos –como se ha demostrado en el episodio del imán de Terrassa– vigilan con discreción los sermones de los viernes en las mezquitas. Lo hacen agentes de paisano. Algunos de ellos son árabes.
En varias ocasiones, los Mossos se han incautado en estas mezquitas de abundante material de inspiración islamista radical. En una mezquita se hallaron revistas y cintas que difundían los siguientes mensajes: «Los atentados del 11-S de Nueva York fueron obra de una conspiración judía» y «para todo musulmán es obligatorio combatir y matar a los enemigos del islam».
La presión policial ha desarticulado numerosas células yihadistas en los últimos años, y el número de detenciones ha bajado. El terrorismo islámico parece controlado en Cataluña, pero es un peligro latente. Lo demuestran los números. En Cataluña hay unos 400.000 musulmanes y se calcula que hasta el 20 por ciento sigue los preceptos más radicales. No están únicamente en el Raval. Tienen otros importantes puntos en Tarragona y Salt (Gerona), un municipio con más población inmigrante que autóctona.
El líder de la Asociación Cultural Al-Hilal de Salt, Rachid Menda, está considerado uno de los referentes del salafismo en España. Todos estos datos convierten a Cataluña en el mayor feudo del salafismo de Europa.
Otro hecho muy significativo es que uno de los cerebros del atentado de las Torres Gemelas y uno de sus ejecutores, Mohamed Atta, estuvo un tiempo en Tarragona. A pocos kilómetros, la ciudad de Reus se ha convertido en una sede casi permanente de reuniones salafistas, que se realizan siempre en el más estricto secreto. El imán de la mezquita salafista de Reus, Tabdelhamid Aim El Hyat, fue denunciado por musulmanes moderados, que aseguraron que los coacciona y que les hace pagar un «impuesto revolucionario» al estilo de ETA. Aim el Hyat amenazó incluso con tomar las calles de la ciudad si no se retiraban las multas a unos magrebíes que habían cobrado ilegalmente unas prestaciones.
Comprensión política
No es el único imán salafista radical vigilado por las Fuerzas de Seguridad. El más mediático es Abdelwahab Houzl, de la mezquita de Lérida. Está acusado de haber impulsado una especie de «policía religiosa», que controla el «buen comportamiento» de todo musulmán. Houzl suele enviar en sus sermones mensajes de odio hacia España y Occidente. Tiene una denuncia por malos tratos y poligamia. Mohamed Mrabet Fahsi es el imán de la mezquita de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) y estuvo siete años en prisión. Fue detenido en la «operación Chacal», que desarticuló una célula relacionada con atentados terroristas. La Audiencia Nacional le acusó de financiar a redes yihadistas y reclutar jóvenes suicidas. También se detectaron permanentes mensajes de odio hacia nuestro país. Otra investigación policial permitió descubrir que en Valls (Tarragona) existe un supuesto tribunal islámico, que habría podido condenar a muerte a una mujer, aunque este extremo nunca se ha confirmado.
En definitiva, los imanes salafistas afincados en Cataluña ocupan buena parte de un hipotético ránking de líderes los religiosos más peligrosos y vigilados de España. Y hay más problemas. Uno de ellos son las cárceles. Es un escenario perfecto para reclutar a «fieles» y la Policía lo sabe, ya que en pocos metros cuadrados se acumulan numerosos reclusos musulmanes, que al estar encarcelados son mucho más fáciles de atraer que la gente libre con trabajo.
Otro problema es una cierta aquiescencia de los ayuntamientos. Con la «corrección política» por bandera, numerosos consistorios intentan minimizar el impacto del salafismo radical. Por ejemplo, el imán de Cunit (Tarragona) agredió a una joven musulmana por considerar que no vestía «correctamente». La alcaldesa, socialista, intercedió e impidió la detención, «para no crear mal ambiente».
Un «bibliotecario» en Valencia
Mudhar Hussein Almaki vivía enganchado al ordenador en su casa de Valencia. Un hombre discreto, que había pasado ya los 50 años, amable pero sin confianzas con los vecinos, que había dejado su trabajo y que se pasaba el día frente a internet. Nada extraño, nada que llamase la atención de los demás. Mudhar había logrado su propósito. Según creía su mujer–nacida en España–, Mudhar, nacido en Jordania pero de nacionalidad saudí, se pasaba horas y horas frente a la pantalla para hablar con su familia. Según la Guardia Civil, Mudhar estaba conectado porque era el «bibliotecario de Al Qaeda», es decir uno de los encargados de reclutar futuros yihadistas. La vida social de Mudhar, que fue detenido por la Guardia Civil esta semana, consistía en ser lo más discreto posible. No llamaba la atención, apenas salía de casa. Era su mujer la que todos los días se marchaba a trabajar. Su plan era tener el menor contacto posible con la gente. Ni él ni su mujer ni su hija, que estudia en un colegio público de Valencia, según recogía el periódico «Levante», llevaban costumbres islamistas. Al contrario: sus costumbres eran occidentales, aunque la hija sí iba a la escuela coránica de la mezquita de Valencia.
La función de Mudhar era reclutar partidarios para su causa, que una vez convencidos iban a Afganistán a prepararse para cometer futuros atentados: el asesino de Toulouse se formó en un foro parecido al que administraba el yihadista detenido en Valencia. Y en el foro que llevaba Mudhar se había elogiado el crimen en Francia.
Pero la operación de la Guardia Civil había empezado mucho antes, en febrero de 2011, cuando descubrieron que era en España desde donde se administraba el foro. Aunque oculto, la Guardia Civil consiguió llegar a él y esta semana cerraba la operación en un piso de Valencia, donde la familia llevaba viviendo toda la vida. Todo parecía muy normal hasta que a Mudhar, el silencioso vecino, que nunca daba guerra, se le descubrió su verdadera cara.
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