Fuente: El Imparcial
En todos los países árabes en los que las revueltas populares han iniciado una revolución democrática o desafían a los poderes dictatoriales y corruptos, la fuerza política dominante son los islamistas.
Cara a las próximas Elecciones políticas, en aquellos países en las que serán por primera vez libres y democráticas, los partidos islámicos serán los grandes ganadores. El mapa geopolítico que se está dibujando en la orilla sur del Mediterráneo, hace un año era impensable, y ha sorprendido incluso a sus protagonistas.
El partido islamista tunecino Enahda, que ha vivido dos decenios en la clandestinidad y el exilio, se declara “dispuesto a gobernar el país en coalición con otros partidos”. Los sondeos preelectorales dan a la formación que dirige Rachid Ghanuchi como ganadora de los comicios del 23 de octubre próximo. Los islamistas están dispuestos a asumir su responsabilidad en el gobierno, a pesar de que dicen que “después de una revolución no es confortable gobernar”, según palabras de su portavoz Hocin Yaziri. “No queremos estar solos en el poder, añade. La revolución nos ha otorgado el derecho a existir, pero hay que ser modestos”. Enahda quiere una alianza basada en los valores democráticos del nuevo Túnez. No pretende imponer la ley islámica, la Charia. “Formamos parte del mundo oriental arabo-musulmán, pero abierto al mundo occidental y a todas las otras culturas”.
A diferencia de Túnez, donde van a coexistir las tendencias islamistas con las corrientes laicas y modernistas muy arraigadas en la sociedad desde hace medio siglo, en otros países de la primavera árabe, los pronósticos son más austeros. En Egipto, los Hermanos Musulmanes con su nuevo partido de la Libertad y la Justicia, un émulo del partido islamista turco de Tayep Erdogan, aspiran a sacar la mitad de los escaños del futuro Parlamento. Podrían si se lo proponen gobernar en solitario. Sin embargo aún no han desvelado sus intenciones y su programa de poder. Desde hace seis meses el país está dirigido por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, pero no podrá eternizarse en el monopolio de las decisiones de estado, so pena de provocar un nuevo levantamiento esta vez más cruento que todos los conocidos anteriormente.
Es revelador que en su visita a El Cairo, el primer ministro turco Erdogan mantuviese una entrevista con el mariscal Hussein Tantaui que dirige el Consejo militar en el poder. Según fuentes árabes, Tayep Erdogan qujiso dar confianza a su interlocutor de que la cohabitación entre islamistas y militares es posible, y que la llegada de los Hermanos Musulmanes al gobierno en Egipto no va a alterar el equilibrio estratégico en Oriente Próximo ni a marginar el papel que juegan las Fuerzas Armadas egipcias en el tablero geopolítico.
En otros casos, como en Siria y hasta ahora en Libia, la ferocidad de la represión y de los combates entre los insurgentes y las fuerzas leales al régimen, de Bachar el Assad en el primer caso y de Muamar Gadafi en el segundo, han fortalecido las corrientes islamistas. En Siria, como ocurriera anteriormente en Iraq, el islamismo ha salido ganando. Y en Libia, el Consejo Nacional de Transición está siendo poco a poco dominado por las formaciones islamistas y yihadistas.
En Marruecos, donde la primavera árabe ha tomado la forma de un camino de reformas internas, si bien no se excluyen brotes de erupción social por el elevado índice de corrupción en el país y la pésima situación socio-económica de la inmensa mayoría de la población, los islamistas también se perfilan como fuerzas cada día con más consistencia. En caso de que las próximas Elecciones de octubre sean limpias, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, se vislumbra como ganador. El Palacio Real no querrá sin embargo que gobierne en solitario, y la propondrá una coalición con otros partidos, entre los que no se excluye que esté el Partido nacionalista Isticlal, donde el islamismo siempre ha tenido gran predicamento.
Sin embargo, fuera de las negociaciones para constituir el nuevo gobierno y fuera también de las estructuras legales del poder, se encuentra otra formación islamista, Adl Ual Ihsan (Justicia y Espiritualidad), que dirige el jeque Abdesslam Yassin, y que cuenta con una estructura de militantismo y movilización muy sólida. Adl ual Ihsan no es un partido legal, sino tolerado por el régimen, y anima, junto con otras corrientes de la izquierda extraparlamentaria, el movimiento 20 de Febrero, que saca regularmente a las calles de todo Marruecos a miles de seguidores que piden profundizar y radicalizar las reformas.
Hasta el momento, el único país del Magreb en que el islamismo sigue proscrito es Argelia. En la reciente reunión del Consejo de Ministros presidida por el jefe de Estado Abdelaziz Buteflika, y que duró 24 horas, se debatió sobre la conveniencia o no de legalizar el disuelto Frente Islámico de Salvación (FIS). Mientras que el ministro de Estado y Secretario general del FLN Abdelaziz Beljadem se mostró favorable a su legalización, el exministro del Interior, Yazid Zerhuni, que ocupó altos puestos en los servicios secretos militares, se opuso categóricamente. Tras un debate bastante agrio, el presidente Buteflika sentenció el asunto y excluyó al FIS de los beneficios de la recién aprobada Ley de partidos, según el semanario Jeune Afrique.
Precisamente coincidiendo con el calendario de reformas propuestas por Abdelaziz Buteflika y con el triunfo definitivo en Libia del Consejo nacional de Transición, el exdirigente del FIS, Anuar Haddam acaba de anunciar su vuelta a Argelia después de un exilio de 20 años en Estados Unidos. Un exilio no exento de polémica. Haddam pidió hace 18 años “el asilo político” en Washington y aun no le han contestado. Es más paso 4 años en prisión acusado de “apología del terrorismo”, lo que él ha negado insistentemente. La vuelta de Haddam al país con la intención de formar “un nuevo partido político” de inspiración islámica, está poniendo al régimen de Argel en un aprieto. Porque se sospecha que el exdirigente del FIS goza de un cierto respaldo norteamericano. Washington quiere colocar sus peones en el tablero argelino en caso de que la “primavera árabe” estalle en el país norteafricano.
En todos los países árabes en los que las revueltas populares han iniciado una revolución democrática o desafían a los poderes dictatoriales y corruptos, la fuerza política dominante son los islamistas.
Cara a las próximas Elecciones políticas, en aquellos países en las que serán por primera vez libres y democráticas, los partidos islámicos serán los grandes ganadores. El mapa geopolítico que se está dibujando en la orilla sur del Mediterráneo, hace un año era impensable, y ha sorprendido incluso a sus protagonistas.
El partido islamista tunecino Enahda, que ha vivido dos decenios en la clandestinidad y el exilio, se declara “dispuesto a gobernar el país en coalición con otros partidos”. Los sondeos preelectorales dan a la formación que dirige Rachid Ghanuchi como ganadora de los comicios del 23 de octubre próximo. Los islamistas están dispuestos a asumir su responsabilidad en el gobierno, a pesar de que dicen que “después de una revolución no es confortable gobernar”, según palabras de su portavoz Hocin Yaziri. “No queremos estar solos en el poder, añade. La revolución nos ha otorgado el derecho a existir, pero hay que ser modestos”. Enahda quiere una alianza basada en los valores democráticos del nuevo Túnez. No pretende imponer la ley islámica, la Charia. “Formamos parte del mundo oriental arabo-musulmán, pero abierto al mundo occidental y a todas las otras culturas”.
A diferencia de Túnez, donde van a coexistir las tendencias islamistas con las corrientes laicas y modernistas muy arraigadas en la sociedad desde hace medio siglo, en otros países de la primavera árabe, los pronósticos son más austeros. En Egipto, los Hermanos Musulmanes con su nuevo partido de la Libertad y la Justicia, un émulo del partido islamista turco de Tayep Erdogan, aspiran a sacar la mitad de los escaños del futuro Parlamento. Podrían si se lo proponen gobernar en solitario. Sin embargo aún no han desvelado sus intenciones y su programa de poder. Desde hace seis meses el país está dirigido por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, pero no podrá eternizarse en el monopolio de las decisiones de estado, so pena de provocar un nuevo levantamiento esta vez más cruento que todos los conocidos anteriormente.
Es revelador que en su visita a El Cairo, el primer ministro turco Erdogan mantuviese una entrevista con el mariscal Hussein Tantaui que dirige el Consejo militar en el poder. Según fuentes árabes, Tayep Erdogan qujiso dar confianza a su interlocutor de que la cohabitación entre islamistas y militares es posible, y que la llegada de los Hermanos Musulmanes al gobierno en Egipto no va a alterar el equilibrio estratégico en Oriente Próximo ni a marginar el papel que juegan las Fuerzas Armadas egipcias en el tablero geopolítico.
En otros casos, como en Siria y hasta ahora en Libia, la ferocidad de la represión y de los combates entre los insurgentes y las fuerzas leales al régimen, de Bachar el Assad en el primer caso y de Muamar Gadafi en el segundo, han fortalecido las corrientes islamistas. En Siria, como ocurriera anteriormente en Iraq, el islamismo ha salido ganando. Y en Libia, el Consejo Nacional de Transición está siendo poco a poco dominado por las formaciones islamistas y yihadistas.
En Marruecos, donde la primavera árabe ha tomado la forma de un camino de reformas internas, si bien no se excluyen brotes de erupción social por el elevado índice de corrupción en el país y la pésima situación socio-económica de la inmensa mayoría de la población, los islamistas también se perfilan como fuerzas cada día con más consistencia. En caso de que las próximas Elecciones de octubre sean limpias, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, se vislumbra como ganador. El Palacio Real no querrá sin embargo que gobierne en solitario, y la propondrá una coalición con otros partidos, entre los que no se excluye que esté el Partido nacionalista Isticlal, donde el islamismo siempre ha tenido gran predicamento.
Sin embargo, fuera de las negociaciones para constituir el nuevo gobierno y fuera también de las estructuras legales del poder, se encuentra otra formación islamista, Adl Ual Ihsan (Justicia y Espiritualidad), que dirige el jeque Abdesslam Yassin, y que cuenta con una estructura de militantismo y movilización muy sólida. Adl ual Ihsan no es un partido legal, sino tolerado por el régimen, y anima, junto con otras corrientes de la izquierda extraparlamentaria, el movimiento 20 de Febrero, que saca regularmente a las calles de todo Marruecos a miles de seguidores que piden profundizar y radicalizar las reformas.
Hasta el momento, el único país del Magreb en que el islamismo sigue proscrito es Argelia. En la reciente reunión del Consejo de Ministros presidida por el jefe de Estado Abdelaziz Buteflika, y que duró 24 horas, se debatió sobre la conveniencia o no de legalizar el disuelto Frente Islámico de Salvación (FIS). Mientras que el ministro de Estado y Secretario general del FLN Abdelaziz Beljadem se mostró favorable a su legalización, el exministro del Interior, Yazid Zerhuni, que ocupó altos puestos en los servicios secretos militares, se opuso categóricamente. Tras un debate bastante agrio, el presidente Buteflika sentenció el asunto y excluyó al FIS de los beneficios de la recién aprobada Ley de partidos, según el semanario Jeune Afrique.
Precisamente coincidiendo con el calendario de reformas propuestas por Abdelaziz Buteflika y con el triunfo definitivo en Libia del Consejo nacional de Transición, el exdirigente del FIS, Anuar Haddam acaba de anunciar su vuelta a Argelia después de un exilio de 20 años en Estados Unidos. Un exilio no exento de polémica. Haddam pidió hace 18 años “el asilo político” en Washington y aun no le han contestado. Es más paso 4 años en prisión acusado de “apología del terrorismo”, lo que él ha negado insistentemente. La vuelta de Haddam al país con la intención de formar “un nuevo partido político” de inspiración islámica, está poniendo al régimen de Argel en un aprieto. Porque se sospecha que el exdirigente del FIS goza de un cierto respaldo norteamericano. Washington quiere colocar sus peones en el tablero argelino en caso de que la “primavera árabe” estalle en el país norteafricano.
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