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La Verdad de Albacete - 30.07.11
JUANJO SÁNCHEZ ARRESEIGOR | HISTORIADOR Y ESPECIALISTA EN EL MUNDO ÁRABE
Desde el primer momento, las noticias que nos llegaron del atentado de Oslo nos recordaron de manera angustiosa a los atentados de Atocha. Noruega mantiene tropas en Afganistán. Incluso llegó una reivindicación del atentado por parte de un grupo extremista islamista. Sin embargo, a partir de aquí el caso fue desviándose por otros derroteros. La reivindicación islamista fue velozmente desmentida y empezaron a llegar noticias espeluznantes sobre una masacre de adolescentes en un campamento de verano. El asesino fue capturado vivo por la policía y resultó ser un ciudadano noruego normal y corriente, al que se responsabilizó también de la explosión en la capital. El tema islamista parecía cerrado hasta que los investigadores y la prensa echaron un vistazo a los escritos del criminal.
En principio, un hombre que se autodefine como «cristiano conservador», no parece un sujeto peligroso. Tampoco parece especialmente alarmante que fuese retraído o que se llevase mal con su familia. La hipótesis mas obvia es probablemente la más certera. Anders Behring Breivik, que según todas las evidencias actuó en solitario, está completamente loco. Ahora bien, parafraseando a Shakesperare, ¿hay método en su locura?
Echémosle un vistazo a las 1.500 páginas de su manifiesto ideológico. Da igual que muchas de esas páginas estuviesen plagiadas de textos ultracavernarios ya conocidos. Para plagiar cientos de páginas, primero hay que leerlas, seleccionar los párrafos que interesan, ordenar todo el tinglado y zurcir los fragmentos combinándolos con tus propios delirios. Son muchas horas de trabajo y el resultado ya comienza a ser francamente alarmante, aunque poco original: el islam como enemigo omnipresente contra el que se debe guerrear sin piedad; Europa como una entidad esencialmente cristiana; condena del liberalismo y las ideologías modernas, culpables de dejar indefensa a la cristiandad europea; machismo y un cierto medievalismo de opereta -cruzados, templarios, etcétera-.
Con estos datos en la mano, una persona próxima a Breivik habría podido percibir el peligro y dar la alarma. Por desgracia Breivik era un solitario, separado de su familia y sin ningún amigo íntimo. Por otra parte la alarma habría estado mal encaminada ya que todos habrían esperado un ataque sectario contra alguna mezquita o algo así. En vez de ello, todas las víctimas han sido compatriotas del asesino. No hay método en su locura. Escribe cientos de páginas contra el islam, pero a la hora de la verdad lo ignora y se centra en otros objetivos. En realidad el islam es tan solo una excusa. Hace cuarenta años Breivik habría invocado la amenaza comunista. Hace ochenta años habría invocado el complot judío. Dentro de treinta o cuarenta años, el enemigo de guardia podría ser el 'super estado europeo' o la expansión de China. En resumen: resistencia patológica al cambio y miedo a todo lo que venga de fuera.
Si Breivik hubiera sido un tipo algo más sociable, habría creado un movimiento político, encubriendo su locura con un discurso ideológico extremista, pero en realidad sucedió al revés: este anacoreta insociable estuvo afiliado a un partido ultra radical, pero lo abandonó. A partir de ahí, la violencia era su única salida. Por desgracia no pasa un año sin que se den casos similares. Al vecino retraído pero en apariencia pacífico se le cruzan los cables, agarra el hacha o la escopeta y empieza a matar a todo el que puede. El caso Breivik es especial tan solo por la magnitud de la matanza. El asesino no actuó de manera impulsiva, sino que preparó su ataque durante mucho tiempo, reuniendo con paciencia los elementos necesarios para asestar un golpe devastador.
Algunas personas podrían dudar de buena fe de que un solo hombre sea capaz de organizar una matanza semejante. Sin embargo sabemos con certeza que un solo hombre, Breivik, cometió la matanza de la isla de Utoya. En cuanto a la bomba de Oslo, preparar un atentado como este suele ser tarea de varias personas, pero también puede encargarse un solo individuo. Necesitará mucho tiempo, pero tiene la ventaja de que así es casi imposible que la policía le detecte. Las autoridades noruegas se fijaron en Breivik, pero renunciaron a vigilarle porque estaba solo. Si hubiera comenzado a reunir un grupo, habrían saltado todas las alarmas.
La emigración islámica no constituye problema alguno para los noruegos. El clima frío y la lejanía del país atraen a pocos inmigrantes. La cifra invocada por ciertos medios y muy repetida en Internet de más de 400.000 musulmanes -sobre una población total de 4,8 millones de personas- carece de fundamento. Esa cifra es la suma de todas las minorías religiosas del país: católicos, budistas, judíos, protestantes no luteranos... La minoría musulmana de Noruega está formada por entre 120.000 y 150.000 individuos. Puede que dos tercios sean musulmanes practicantes. Muchos de ellos suelen declarar que se sienten más noruegos que de su país de origen.
En la Escandinavia medieval, existía una casta especial de feroces guerreros denominados berserkers. Se les atribuía la capacidad de entrar en un trance irracional, en el que podían ejecutar prodigios de violencia, pero con frecuencia eran igual de peligrosos para amigos y enemigos. Esto llevó a su desprestigio y su desaparición. Breivik es un berserker moderno. La diferencia es que los berserkers vikingos por lo menos tenían enemigos reales a los que combatir.
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