Lorca: Los musulmanes montan una mezquita en La Torrecilla

Olga Torres . Fuente: La Opinión de Murcia 

Decenas de fieles de Mahoma se reúnen cinco veces al día para rezar en una carpa destinada exclusivamente a rendir culto a Alá
Foto: Pedro A. Martín Castaño
En la tienda número 103 del campamento de damnificados de La Torrecilla de Lorca, un poco apartada del resto, se escucha repetir la frase «Alhla Akbar». En la puerta, varios pares de zapatos indican que un grupo de hombres está en el interior. Arrodillados, flexionan el torso hasta tocar el suelo con la cabeza, mientras repiten en árabe «Alá es grande». 

Se trata de un nutrido grupo de musulmanes que, aunque se hayan quedado sin casa tras el terremoto, cumplen con la doctrina islámica y rezan su salat (oración) «cinco veces al día» a Alá, su Dios. Y lo hacen juntos, en una «masyid» (mezquita) sin minaretes ni cúpulas, simplemente es una tienda de lona naranja que acoge las prácticas religiosas de los musulmanes de La Torrecilla. Este grupo de fieles pidió a 
los responsables del campamento hace unas semanas (cuando el recinto era competencia de la consejería de Justicia) que les facilitaran una tienda para instalar una mezquita. Los responsables autorizaron la apertura de la mezquita portátil e incluso, les ayudaron a hacerla más cómoda para el rezo de rodillas, instalando una alfombra roja que cubre todo el suelo de la tienda, pese a que las demás carpas donde duermen los damnificados no tienen suelo, están sobre el asfalto o la tierra.

«Pedimos que abrieran esta mezquita porque cuando rezamos unidos, Alá nos escucha con más fuerza», explica Rashid, uno de los fieles, comentando que «antes teníamos que rezar solos, cada uno en su tienda, y eso no nos gustaba». «Cuando una persona trabaja sola durante una hora, el resultado no es el mismo que cuando trabajan diez o veinte al mismo tiempo; pues lo mismo pasa con el rezo, se consigue más si se hace entre varios», detalla Hussein.

Como en una mezquita de ladrillo, esta también cuenta con un imán, la persona que dirige la oración colectiva. El predicador del campamento se llama Mohammed Hamisaseion, y es un ciudadano de Ghana de unos cuarenta años que estudió a fondo el Corán en su país, y sabe leerlo en árabe e interpretarlo para sus fieles. «Cada día toca un capítulo del Corán, algunos me los sé de memoria», cuenta Mohammed, mientras 
vigila que nadie «que no se haya lavado las manos» toque el libro sagrado. «Son nuestras normas», se disculpa el imán.

En uno de los laterales de la tienda cuelga un folio con la información sobre las horas de rezo, «porque cada día son distintas, hoy, por ejemplo, tenemos que rezar a las 04.41, a las14.07, a las 18.01 y a las 23.16 horas», indica Hussein, que no falta a ningún turno.

«Antes de cada rezo hay que lavarse las manos y el cuerpo escrupulosamente, sin dejarse nada –explica Rashid–; si has ido al aseo, también has de lavarte esa zona íntima antes de empezar a hablar con Alá». Una vez impolutos, se descalzan para acceder a la tienda. 

Según este grupo de fieles, «las mujeres también pueden entrar a rezar, lo dice la sharia (ley islámica), pero se tienen que poner detrás de 
nosotros, en las últimas filas». Por la mezquita no aparece ninguna, y ellos lo atribuyen a que «ellas prefieren hacerlo en la intimidad, cada una 
en su tienda», apunta el joven, que comenta que «si entran tienen que ir con hiyab, con el pelo cubierto, que eso sólo nos lo deben enseñar a los maridos».

El imán indica que «además de leer el Corán, cuando terminamos con el libro sagrado, hablamos de nuestras preocupaciones, como la vida después del terremoto o la falta de trabajo, y pedimos a Alá que nos ayude a superar esto».

El predicador detalla que «los viernes es nuestro día grande, el día santo, como para los cristianos el domingo... Ese día dejamos esta mezquita y vamos a la de Lorca,porque es obligatorio para los hombres rezar la yuma con el resto».

«Seguiremos rezando en esta mezquita mientras nos dejen quedarnos aquí», se despide el imán, contando que «nos tratan muy bien, nos dan atún y sardinas para que no comamos cerdo, estamos contentos en La Torrecilla».

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