Gustavo de Aristegui: "Europa sigue sin voz ante sus vecinos árabes"

Fuente: laverdad.es

«Las revueltas de África han dejado el conflicto de Oriente Próximo en segundo plano. Pero la violencia sigue y hace falta un Estado palestino».

Gustavo de Arístegui Portavoz del PP en la Comisión de Exteriores del Congreso.

En plena oleada de revueltas populares en los países árabes, y con el régimen libio respondiendo a las protestas populares causando decenas de muertos con la aviación militar, Gustavo de Arístegui inauguró ayer por la tarde en Cartagena el 'Foro Oriente Medio', un ciclo de conferencias organizado por la Universidad Politécnica y la Asamblea Regional para buscar soluciones a conflictos como el de Israel y los palestinos. Antes de pronunciar una conferencia en el antiguo CIM, el portavoz de Exteriores del PP en el Congreso de los Diputados atendió a 'La Verdad'.

- Las revueltas árabes han eclipsado el conflicto palestino-israelí. ¿Impide eso ver algún movimiento reciente e importante?
- Lamentablemente, el tema ha pasado a segundo plano. El conflicto de Oriente Próximo es una permanente espita de violencia, tensiones políticas y frustración. Que se organicen foros de encuentro como éste es muy importante,. En mi opinión, para que ambas partes puedan vivir en armonía después de tantos años la única salida posible pasa por crear un Estado Palestino.

- Para la comunidad internacional, lo más urgente es atender las rebeliones populares de Túnez, Egipto, Yemen, Bahrein... y sobre todo ahora Libia. Claro que también las hay ya en Marruecos.
- Y ha habido llamadas de atención serias en Argelia o Jordania. Pero hay que ir con cautela en cuanto a Marruecos. Hay que quedarse en Libia, porque es un régimen absolutamente implacable, y en Marruecos los testimonios que he recabado dicen que tres cuartas partes de las personas que participan en ellas tienen vínculos con islamistas radicales. Son radicales de extrema izquierda y personas, en algunos casos familiares de presos, que comparten ideología con el terrorismo yihadista de Bin Laden y Al Qaeda. Eso no puede llevar a obviar que en Marruecos hay una situación de miseria y falta de perspectivas que provoca un grito en favor de igualdad, democracia y derechos fundamentales. No es un grito contra la monarquía, que aún no ha cuajado en una monarquía parlamentaria a pesar de que hay partidos políticos, pero sí contra el primer ministro y el ministro de Asuntos Exteriores y la corrupción judicial. Como en el resto del mundo árabe, va a haber un antes y un después. Pero hay que pararse en Libia.

- La represión es tal que el número de muertos del que se habla, a pesar del apagón informativo que busca Gadafi, parece quedarse corto conforme pasan las horas.
- Libia poco o nada tiene que ver con el resto de países. No es un Estado, porque se declara un Estado de las masas; Gadafi no es un jefe de Estado, ni de Gobierno ni de partido. Y no hay ni Constitución, la ley es un folio. Y la situación en el país es gravísima.

- ¿No se veía venir? ¿Qué ha hecho mal España en su política exterior respecto a ese país?
- En especial hacia Libia, y en general hacia los países de su entorno España y la Unión Europea, y por lo tanto los europeos, tenemos mucho que reflexionar sobre el análisis que hemos hecho de nuestros vecinos del norte de África y nuestra actitud hacia sus problemas, en especial desde los servicios diplomáticos. No hay existido la voz y la opinión de la Unión Europea. La señora Ashton [alta representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE] ha estado absolutamente desaparecida, y la Comisión Europea no ha tenido ningún interés en actuar de catalizador de los problemas.

- ¿Qué relación deben tener España y la UE con el norte de África?
- Algunos hablan de un problema de cambiar pragmatismo por principios. Pero pocos han pisado los países, y no ven que cada uno es un mundo y hay distintos grados de libertad. Poco o nada tienen que ver Jordania con Egipto o Bahrein con Qatar. Está claro que a mayores cauces de expresión, mayor posibilidad de que haya transiciones a la democracia serenas, con plazos y objetivos. Pero hay que evitar la tentación de elogiar sin más procesos de cambio revolucionarios sin reconocer la amenaza del islamismo radical, que está agazapado a la espera de un vacío de poder. Obviarla es insensato. Debe preocuparnos mucho la intolerancia en el asesinato de un sacerdote católico y el ataque a una calle de prostitutas en Túnez.

- ¿Vigila lo suficiente España a posibles grupos de islamistas radicales asentados aquí? Se habla de asociaciones culturales en Murcia que serían tapadera o ampararían grupos extremistas o de terrorismo yihadista (Guerra Santa)?
- Yo ya advertí de este peligro en mi libro 'La Yihad en España: la obsesión por reconquistar Al-Andalus' [La Esfera de los libros, 2005]. En veinte años ha habido un esfuerzo creciente de especialización en la Policía y la Guardia Civil, por ejemplo hay más traductores. Pero siempre se puede hacer más. Hay personas y grupos que esconden una ideología salafista detrás de movimientos conservadores. Expanden su discurso radical y están dispuestos a entrenarse y formar células terroristas. Hay que combatirlo sin la hipocresía del Gobierno socialista, que habla de terrorismo internacional y no yihadista.

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