Fuente: elpais.com
El rey Mohamed VI ha declarado que no cederá a la "demagogia y a la improvisación", tras las manifestaciones de ayer, que se saldaron con cinco muertos en Alhucemas.
"Si damos el punto de salida a este Consejo hoy, es porque nosotros rehusamos a ceder a la demagogia y a la improvisación en nuestras acciones para consolidar el modelo singular de democracia y desarrollo", ha asegurado el monarca durante la inauguración del Consejo Económico y Social. El acto ha contado con la presencia de todas las altas personalidades del Estado, incluyendo los presidentes de las cámaras legislativas y de los dos altos tribunales, los jefes de los principales partidos políticos y representantes sindicales, en un claro gesto de cierre de filas tras las mayores protestas desde que Mohamed VI accediera al trono. "Hemos trabajado constantemente en la construcción de una democracia efectiva, que se da de la mano de un desarrollo humano sostenible", ha insistido el monarca.
Las manifestaciones del domingo se han saldado con cinco muertos y al menos 128 heridos, según el balance oficial hecho hoy por el ministro del Interior, Taib Cherkaui. Los hechos más graves ocurrieron en Alhucemas, capital de la provincia del Rif, al norte de Marruecos. Los disturbios que sacudieron durante todo el día esa ciudad han dejado cinco muertos, aún sin identificar, y numerosos heridos. Según ha explicado el ministro, las muertes se produjeron durante el asalto y la quema de una sucursal bancaria por parte de los manifestantes. Los cuerpos calcinados de las víctimas se localizaron en el interior "de una de las sucursales bancarias incendiadas por los provocadores".
El titular del Interior marroquí ha explicado que las manifestaciones se sucedieron ayer en 57 provincias, lo que representa prácticamente todo el país, pero en ellas "solo participaron 37.300 personas". En las protestas hubo 128 heridos, 115 de los cuales son policías. Además, las fuerzas de seguridad practicaron 120 detenciones, según las cifras del ministro.
Los enfrentamientos entre los "vándalos", muchos de ellos menores de edad, y las fuerzas del orden se produjeron en Tánger, Larache, Marraquech, Alhucemas, Sefrou (centro), Tetuán y Guelmim (sur). En Larache los manifestantes quemaron la gendarmería y en un edificio de la aduana robaron el alcohol y la droga incautada. Las manifestaciones de Rabat y Casablanca, las dos mayores ciudades, transcurrieron sin ningún incidente. En total, fueron incendiados o atacados 33 edificios públicos, 24 sucursales bancarias, 50 comercios y edificios privados y 66 vehículos, según los datos proporcionados por Interior.
Pese a los disturbios, Cherkaui ha subrayado que las manifestaciones se desarrollaron "en un clima pacífico lleno de serenidad y disciplina", que ha atribuido al "clima de libertad, a la práctica democrática sana y al derecho a la libertad de expresión" en Marruecos.
Nuevos incidentes en el Rif
En paralelo a las palabras del ministro, se han registrado nuevos incidentes en el Rif. Esta mañana se reanudaban las protestas y los enfrentamientos con las fuerzas del orden en el norte del país. Los choques se ha producido en Ait Bouayach y Imzourne.
Por otro lado Mohamed Boudra, el alcalde de Alhucemas, ciudad donde se registraron los únicos cincos muertos de la jornada de ayer, ha presentado hoy su dimision. Boudra pertenece al Partido de la Autenticidad y Modernidad, fundado por Ali Himma, amigo íntimo del rey Mohamed VI.
La situación en la ciudad es hoy de normalidad, según varios habitantes de la ciudad contactados por este periódico. "La vida en la ciudad sigue como siempre", ha narrado un profesor de instituto que ha recalcado que él y sus alumnos han acudido sin problemas a las clases. "La gente está indignada por los disturbios, que es cosa de vándalos, no de la manifestación pacífica", ha insistido. Los testigos presenciales de los incidentes han recalcado que la policía apenas usó la fuerza para reprimir los disturbios.
La jornada de protesta de ayer en Marruecos, bautizada como el Día de la Dignidad, fue convocada por jóvenes en Facebook, pero contaba con la adhesión de varias ONG de derechos humanos, de pequeños partidos de izquierda, de las bases de algunos sindicatos y de las juventudes del movimiento islamista Justicia y Espiritualidad, ilegal, pero goza de cierta tolerancia y posee una gran capacidad de movilización.
En Marruecos se producen con frecuencia, desde hace años, protestas sociales, pero hay que remontarse a los tiempos del rey Hassan II, que falleció en 1999, para recordar una movilización tan marcadamente política y coordinada entre al menos dos decenas de ciudades.
El interés de España es que Mohamed VI haga reformas democráticas
Tienen razón los manifestantes de este domingo en Rabat y Casablanca: su país necesita más democracia. Marruecos no es tan opresivo como el Túnez de Ben Alí, la Libia de Gadafi o la Siria de Assad, pero puede y debe ofrecer a sus habitantes más libertades y derechos, esto es, debe verlos y tratarlos de una vez por todas como ciudadanos y no como súbditos. Mohamed VI inició su reinado con alentadores síntomas de apertura política, pero este impulso se agotó pronto, como si el rey hubiera decidido confiar su porvenir a un puñado de tecnócratas formados en escuelas de negocios ultracapitalistas. Muy peligroso. Ahora que el viento de la revolución democrática sopla en el mundo árabe, parece llegada la hora de que Mohamed VI vuelva a hacer política y, por supuesto, en sentido reformista.
Entre los pueblos del norte de África y Oriente Próximo, Marruecos es, ciertamente, un caso aún más especial. Nunca perteneció al imperio otomano, constituyó un reino independiente en el extremo occidental de la umma, cuyo titular aunaba, y aúna, el poder político y el religioso. Hoy conserva mucho de lo mejor de su patrimonio y tradiciones, y la agricultura, con su población menos ilustrada y más servil, tiene allí un gran peso. Pero al Marruecos contemporáneo no le faltan cosas en común con Túnez y Egipto: una juventud mayoritaria y de vitalismo frustrado, un sistema que está lejos de ser aceptablemente democrático, una corrupción que gangrena la esfera pública, un poder que trata a la gente de modo humillante y un reparto escandalosamente desigual de la riqueza.
¿Qué puede hacer España? Por razones de vecindad e historia, Marruecos concentra seculares sentimientos de morofobia e islamofobia de buena parte de la opinión pública española, agravados en las últimas décadas por la emocionalidad con que se vive aquí el contencioso saharaui. No obstante, Zapatero hizo bien al reconciliarse con el vecino del sur tras el belicoso período de Aznar: sostener una buena relación con Marruecos es un interés estratégico nacional. Ahora bien, ¿con qué Marruecos? El que, sin duda, garantizaría más estabilidad y prosperidad a la relación bilateral sería uno democrático y con un sistema de protección social que amortiguara los desequilibrios sociales, un Estado de derecho descentralizado que hiciera verosímil la oferta de autonomía para el Sáhara Occidental. En definitiva, el Marruecos de "libertad, dignidad y justicia" que reclamaban los manifestantes de Rabat y Casablanca.
Satisfechos con la lucha conjunta contra el yihadismo y la inmigración ilegal y con la desdramatización de las querellas territoriales, Zapatero y sus ministros de Exteriores no parecen haberle insistido demasiado a Mohamed VI para que caminara sin pausa por el camino de las reformas políticas. La susceptibilidad enfermiza de las autoridades marroquíes es notoria, pero desde la amistad cabía, y cabe, decirles algunas cosas. Por ejemplo, que nadie, ni tan siquiera los manifestantes de hoy, está pidiendo una ruptura en Marruecos, sino una transición a la española. Que la mejor garantía de supervivencia de los alauíes es su conversión en monarcas constitucionales. Y que el momento para empezar a hacerlo es ahora.
El rey Mohamed VI ha declarado que no cederá a la "demagogia y a la improvisación", tras las manifestaciones de ayer, que se saldaron con cinco muertos en Alhucemas.
"Si damos el punto de salida a este Consejo hoy, es porque nosotros rehusamos a ceder a la demagogia y a la improvisación en nuestras acciones para consolidar el modelo singular de democracia y desarrollo", ha asegurado el monarca durante la inauguración del Consejo Económico y Social. El acto ha contado con la presencia de todas las altas personalidades del Estado, incluyendo los presidentes de las cámaras legislativas y de los dos altos tribunales, los jefes de los principales partidos políticos y representantes sindicales, en un claro gesto de cierre de filas tras las mayores protestas desde que Mohamed VI accediera al trono. "Hemos trabajado constantemente en la construcción de una democracia efectiva, que se da de la mano de un desarrollo humano sostenible", ha insistido el monarca.
Las manifestaciones del domingo se han saldado con cinco muertos y al menos 128 heridos, según el balance oficial hecho hoy por el ministro del Interior, Taib Cherkaui. Los hechos más graves ocurrieron en Alhucemas, capital de la provincia del Rif, al norte de Marruecos. Los disturbios que sacudieron durante todo el día esa ciudad han dejado cinco muertos, aún sin identificar, y numerosos heridos. Según ha explicado el ministro, las muertes se produjeron durante el asalto y la quema de una sucursal bancaria por parte de los manifestantes. Los cuerpos calcinados de las víctimas se localizaron en el interior "de una de las sucursales bancarias incendiadas por los provocadores".
El titular del Interior marroquí ha explicado que las manifestaciones se sucedieron ayer en 57 provincias, lo que representa prácticamente todo el país, pero en ellas "solo participaron 37.300 personas". En las protestas hubo 128 heridos, 115 de los cuales son policías. Además, las fuerzas de seguridad practicaron 120 detenciones, según las cifras del ministro.
Los enfrentamientos entre los "vándalos", muchos de ellos menores de edad, y las fuerzas del orden se produjeron en Tánger, Larache, Marraquech, Alhucemas, Sefrou (centro), Tetuán y Guelmim (sur). En Larache los manifestantes quemaron la gendarmería y en un edificio de la aduana robaron el alcohol y la droga incautada. Las manifestaciones de Rabat y Casablanca, las dos mayores ciudades, transcurrieron sin ningún incidente. En total, fueron incendiados o atacados 33 edificios públicos, 24 sucursales bancarias, 50 comercios y edificios privados y 66 vehículos, según los datos proporcionados por Interior.
Pese a los disturbios, Cherkaui ha subrayado que las manifestaciones se desarrollaron "en un clima pacífico lleno de serenidad y disciplina", que ha atribuido al "clima de libertad, a la práctica democrática sana y al derecho a la libertad de expresión" en Marruecos.
Nuevos incidentes en el Rif
En paralelo a las palabras del ministro, se han registrado nuevos incidentes en el Rif. Esta mañana se reanudaban las protestas y los enfrentamientos con las fuerzas del orden en el norte del país. Los choques se ha producido en Ait Bouayach y Imzourne.
Por otro lado Mohamed Boudra, el alcalde de Alhucemas, ciudad donde se registraron los únicos cincos muertos de la jornada de ayer, ha presentado hoy su dimision. Boudra pertenece al Partido de la Autenticidad y Modernidad, fundado por Ali Himma, amigo íntimo del rey Mohamed VI.
La situación en la ciudad es hoy de normalidad, según varios habitantes de la ciudad contactados por este periódico. "La vida en la ciudad sigue como siempre", ha narrado un profesor de instituto que ha recalcado que él y sus alumnos han acudido sin problemas a las clases. "La gente está indignada por los disturbios, que es cosa de vándalos, no de la manifestación pacífica", ha insistido. Los testigos presenciales de los incidentes han recalcado que la policía apenas usó la fuerza para reprimir los disturbios.
La jornada de protesta de ayer en Marruecos, bautizada como el Día de la Dignidad, fue convocada por jóvenes en Facebook, pero contaba con la adhesión de varias ONG de derechos humanos, de pequeños partidos de izquierda, de las bases de algunos sindicatos y de las juventudes del movimiento islamista Justicia y Espiritualidad, ilegal, pero goza de cierta tolerancia y posee una gran capacidad de movilización.
En Marruecos se producen con frecuencia, desde hace años, protestas sociales, pero hay que remontarse a los tiempos del rey Hassan II, que falleció en 1999, para recordar una movilización tan marcadamente política y coordinada entre al menos dos decenas de ciudades.
El interés de España es que Mohamed VI haga reformas democráticas
Tienen razón los manifestantes de este domingo en Rabat y Casablanca: su país necesita más democracia. Marruecos no es tan opresivo como el Túnez de Ben Alí, la Libia de Gadafi o la Siria de Assad, pero puede y debe ofrecer a sus habitantes más libertades y derechos, esto es, debe verlos y tratarlos de una vez por todas como ciudadanos y no como súbditos. Mohamed VI inició su reinado con alentadores síntomas de apertura política, pero este impulso se agotó pronto, como si el rey hubiera decidido confiar su porvenir a un puñado de tecnócratas formados en escuelas de negocios ultracapitalistas. Muy peligroso. Ahora que el viento de la revolución democrática sopla en el mundo árabe, parece llegada la hora de que Mohamed VI vuelva a hacer política y, por supuesto, en sentido reformista.
Entre los pueblos del norte de África y Oriente Próximo, Marruecos es, ciertamente, un caso aún más especial. Nunca perteneció al imperio otomano, constituyó un reino independiente en el extremo occidental de la umma, cuyo titular aunaba, y aúna, el poder político y el religioso. Hoy conserva mucho de lo mejor de su patrimonio y tradiciones, y la agricultura, con su población menos ilustrada y más servil, tiene allí un gran peso. Pero al Marruecos contemporáneo no le faltan cosas en común con Túnez y Egipto: una juventud mayoritaria y de vitalismo frustrado, un sistema que está lejos de ser aceptablemente democrático, una corrupción que gangrena la esfera pública, un poder que trata a la gente de modo humillante y un reparto escandalosamente desigual de la riqueza.
¿Qué puede hacer España? Por razones de vecindad e historia, Marruecos concentra seculares sentimientos de morofobia e islamofobia de buena parte de la opinión pública española, agravados en las últimas décadas por la emocionalidad con que se vive aquí el contencioso saharaui. No obstante, Zapatero hizo bien al reconciliarse con el vecino del sur tras el belicoso período de Aznar: sostener una buena relación con Marruecos es un interés estratégico nacional. Ahora bien, ¿con qué Marruecos? El que, sin duda, garantizaría más estabilidad y prosperidad a la relación bilateral sería uno democrático y con un sistema de protección social que amortiguara los desequilibrios sociales, un Estado de derecho descentralizado que hiciera verosímil la oferta de autonomía para el Sáhara Occidental. En definitiva, el Marruecos de "libertad, dignidad y justicia" que reclamaban los manifestantes de Rabat y Casablanca.
Satisfechos con la lucha conjunta contra el yihadismo y la inmigración ilegal y con la desdramatización de las querellas territoriales, Zapatero y sus ministros de Exteriores no parecen haberle insistido demasiado a Mohamed VI para que caminara sin pausa por el camino de las reformas políticas. La susceptibilidad enfermiza de las autoridades marroquíes es notoria, pero desde la amistad cabía, y cabe, decirles algunas cosas. Por ejemplo, que nadie, ni tan siquiera los manifestantes de hoy, está pidiendo una ruptura en Marruecos, sino una transición a la española. Que la mejor garantía de supervivencia de los alauíes es su conversión en monarcas constitucionales. Y que el momento para empezar a hacerlo es ahora.
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