Artículo publicado en La Vanguardia el 25/01/11
Fawaz A. Gerges
Director del Centro de Oriente Medio en la London School of Economics and Political Science, Universidad de Londres
Al otro lado del Atlántico, las repercusiones de la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos han puesto a prueba los valores de la tolerancia religiosa y la libertad individual. En una población de 300 millones de habitantes hay entre 2,5 y 7 millones de musulmanes en EE.UU., un tercio de los cuales son afroamericanos. Han surgido enfrentamientos por mezquitas propuestas en numerosos lugares como Tennessee, California, Georgia, Kentucky, Wisconsin, Illinois, Brooklyn y Staten Island. Particularmente alarmante y reveladora ha sido la batalla de alto voltaje sobre la construcción prevista de un centro de la comunidad musulmana cerca de la zona cero en Manhattan, lugar de los atentados del 11-S del 2001. Los críticos y detractores han apodado el proyecto “la mezquita de la zona cero”.
Islamófobos como Pamela Geller y Robert Spencer, propagandistas ultraconservadores, han aprovechado la construcción del proyectado centro para avivar el sentimiento antimusulmán. El candidato presidencial Newt Gingrich se mostró fuertemente contrario a su edificación, diciendo que no debe ser permitida mientras Arabia Saudí prohíba la construcción de iglesias y sinagogas. Construir el centro “con vistas al World Trade Center –donde un grupo de yihadistas mató a más de 3.000 estadounidenses”, opinó Gingrich, es un acto político de “triunfalismo musulmán”. Dijo que el Congreso estadounidense podría “establecer un área conmemorativa nacional” con supervisión sobre lo que allí se edifique. Gingrich justificó su posición al establecer una analogía con el holocausto. “Los nazis no tienen derecho a poner un cartel al lado del Museo del Holocausto en Washington”, dijo. El comentarista conservador Charles Krauthammer hizo un razonamiento similar en 'The Washington Post'. En general, los políticos de derecha se han subido al carro de los ataques al islam y a los musulmanes para anotarse goles políticos fáciles. En la campaña por el cargo de gobernador del estado de Nueva York, el republicano Rick Lazio afirmó que el plan para construir el citado centro minaba el derecho de los neoyorquinos a “sentirse seguros y estar seguros”.
Cierto número de políticos y ciudadanos, entre ellos el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, y recientemente el presidente Obama han defendido la construcción del centro después de la decisión de la comisión de Monumentos y Edificios Históricos de la ciudad de Nueva York de aprobarla sobre la base del principio de la libertad de religión. Pero el virulento debate mostró claramente que la política y el discurso sobre el terrorismo contribuyen a amenazar consagrados valores estadounidenses. Incluso Obama habló de “actitud prudente y sensata” en relación con la construcción del centro islámico en el lugar en cuestión.
El sentimiento antimusulmán se ha propagado por muchas zonas de Estados Unidos. El pastor Bill Rench, de la Iglesia Bautista del Calvario, en el valle californiano de Temecula, expresó tal vez mejor los sentimientos de quienes se oponen a la construcción de la mezquita en Temecula. “El punto de apoyo islámico no es muy fuerte en este lugar y realmente la gente no quiere que su influencia se extienda”, dijo Rench a Los Angeles Times. “Todos esos rumores sobre células durmientes motivan inquietud. ¿Hemos de ser complacientes sólo porque estas personas dicen que es una religión de paz? Muchos otros han dicho lo mismo”, añadió.
Una década de exacerbado sentimiento antimusulmán se ha cobrado, en definitiva, su precio. En el 2010, el Muslim West Facts Project, de Gallup, publicó los resultados de una gran encuesta sobre los prejuicios estadounidenses hacia el islam, que mostraban una relación de causalidad entre el aumento del antiislamismo y la política sobre el terrorismo. La conclusión más destacada es también la que más era de esperar: la opinión de una ligera mayoría de estadounidenses, el 53%, era escasamente favorable con respecto a la fe islámica (22%) o nada favorable (31%). Los estadounidenses doblan las probabilidades de expresar sentimientos negativos con relación a los musulmanes que en el caso de los budistas, los cristianos o los judíos. Un 66% de los estadounidenses discrepa de la afirmación de que la mayoría de los musulmanes acepten otras religiones, mientras que un 68% afirma que las confesiones cristiana y musulmana “no son esencialmente las mismas”. Como era de esperar, el 40% de los estadounidenses admitió que sabía bien poco sobre el islam, mientras que el 23% afirmó que no sabe nada en absoluto.
El columnista de 'The Boston Globe' James Carroll afirmó, en relación con las conclusiones de la encuesta, que los musulmanes son enormemente malinterpretados y juzgados injustamente, aunque los estadounidenses están “en guerra y son presas de temor”, y añadió que “los temores exagerados se autoalimentan y la dinámica de los prejuicios puede llevarnos a aguas revueltas”. Comparó los estereotipos sobre los musulmanes con una corriente invisible que ha discurrido bajo la superficie de la cultura occidental durante un milenio. El columnista del Philadelphia Inquirer Stephan Salisbury advirtió que la perspectiva antimusulmana adoptada por los principales candidatos políticos puede allanar el camino a “la aparición de un líder que amalgame la demonización y condición de chivo expiatorio de los musulmanes, los temores multiplicados por la gran inquietud económica, el avance del activismo de extrema derecha y el desprecio cada vez mayor a la clase política de Washington”. Los líderes políticos de Estados Unidos, escribió, “han ido afilando un discurso antimusulmán que abona la actitud antimusulmana hasta el punto de que se está extendiendo como una nube o columna de humo sin control”.
La M como término o voz de animosidad contra los musulmanes, según publicó USA Today en agosto del 2010 en un artículo sobre por qué cada vez más estadounidenses creen que Obama es musulmán, se ha convertido en un término peyorativo en EE.UU. Según una encuesta del Pew Research sobre religión y vida pública de agosto del 2010, un 18% de estadounidenses dijo que creían que Obama era musulmán, por encima de un 11% en marzo del 2009.
Una encuesta de Newsweek indicó que un 52% de los republicanos cree que es “concluyentemente cierto” o “probablemente cierto” que Barack Obama comprende los objetivos de los fundamentalistas islámicos que quieren imponer la ley islámica en todo el mundo. Pese a los esfuerzos de la oficina del presidente para restar importancia a las pasmosas conclusiones, USA Today se centró en la costumbre o actitud de usar el M-word a guisa de burla, o peor aún, en llamar a alguien musulmán sólo cuando le desagrade o bien tema a esa persona: la manera de rebajar cortésmente a alguien en las conversaciones. El periódico preguntó: “¿Se está convirtiendo el M-word en la injuria o insulto político que traspasa los filtros sociales?”.
El discurso sobre el terrorismo y el auge de la islamofobia en Occidente, sobre todo en Estados Unidos, socava los valores estadounidenses y occidentales en todo el mundo, permitiendo a Bin Laden y sus lugartenientes presentarse como legítimos combatientes o luchadores por la libertad que combaten a la única superpotencia que queda en el mundo. Desde finales de los 90, el objetivo fundamental de Al Qaeda ha sido provocar un choque de culturas entre el mundo del islam y Occidente. Aunque Bin Laden y sus hombres perdieron la lucha por hacerse con los corazones y mentes musulmanes, la islamofobia echa leña al fuego del discurso de Al Qaeda aportándole el oxígeno que la sustenta.
Afortunadamente, la islamofobia encuentra eco entre una pequeña minoría en Estados Unidos y Europa. La mayoría de los occidentales son tolerantes y se esfuerzan por librar a la sociedad de la xenofobia y las tendencias intolerantes.
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