Artículo publicado en La Vanguardia el 21/01/11
Fawaz A. Gerges
Director del Centro de Oriente Medio en la London School of Economics and Political Science, Universidad de Londres
Casi una década después del 11 de septiembre del 2001, el islam y los musulmanes estadounidenses se ven aún sometidos a juicio en Estados Unidos y en Occidente, vinculados a Al Qaeda y culpables por asociación debido al simple hecho de ser de la misma fe. Además de la aventura militar en Iraq y Afganistán-Pakistán, el aumento de la deuda, la militarización de la política interna, el discurso sobre la política antiterrorista y la idea de que Occidente sigue bajo una amenaza constante e inminente han puesto de manifiesto profundas diferencias culturales, legales e ideológicas en el seno de las sociedades occidentales, lo cual ha dado lugar a la aparición de tendencias retrógradas y de legislación draconiana dirigidas contra los musulmanes. Esas tendencias, conocidas como islamofobia, se han propagado por los países occidentales y amenazan el tejido mismo de los valores y pensamiento occidentales.
La islamofobia, a la que a veces se alude como “el nuevo antisemitismo”, ha agitado de nuevo el fantasma de su fea faz bajo apariencia y pretexto diferentes para alcanzar las costas de Estados Unidos. La guerra global contra el terrorismo ha permitido que la extrema derecha, incluida la derecha religiosa, demonice a los musulmanes y les presente como elemento extraño y quinta columna en el seno de las sociedades occidentales. Aunque inicialmente impulsado por poderosos grupos de extrema derecha, tal sentimiento ha penetrado en la médula de la sociedad estadounidense.
En Europa, la alarma sobre la islamización advertida en el continente –haciéndose pasar por el temor a una crisis demográfica según la cual los musulmanes se reproducirían a mayor ritmo que sus homólogos cristianos– se ha convertido en un tópico y se refleja en la literatura, desde enfoques más complejos como el de Christopher Caldwell en Reflexiones sobre la revolución en Europa: islam, inmigración y Occidente (Allen Lane, 2009) hasta polémicas más descarnadas como la de Mark Stein en América sola: el fin del mundo tal como lo conocemos (Regnery Publishing Inc., 2006) y Bat Ye'Or en Eurabia: el eje euro-árabe (Fairleigh Dickinson University Press, 2005). América sola, un éxito de ventas de The New York Times, tuvo amplio eco entre los europeos y estadounidenses ultraconservadores, ofrece una visión aterradora de una debilitada, estéril e impotente Europa invadida por población musulmana notablemente fértil y violenta: ¡llegan las hordas musulmanas! Dado el alcance e intensidad de la movilización e instigación ideológica desde el 11-S, este discurso alarmista se ha convertido ya en algo trillado.
Recientes encuestas y sondeos de opinión, incluyendo los del prestigioso Pew Research Center, indican que un número creciente de occidentales aceptan una imagen marginal de los musulmanes. Buena parte de la opinión general afirma que no está dispuesta a permitir que los musulmanes gocen de los mismos derechos y libertades –también en materia religiosa– y estatuto jurídico de que gozan los demás. De acuerdo con una encuesta nacional realizada por la Universidad de Cornell en Estados Unidos, el 44% de los estadounidenses dice que el Gobierno debería restringir las libertades civiles de los musulmanes estadounidenses.
Existe una auténtica industria artesanal cada vez mayor compuesta por comentaristas y políticos occidentales que se nutren de propinar mamporros al islam so capa del discurso de la guerra contra el terrorismo. Expertos en terrorismo como Daniel Pipes, Steven Emerson y Robert Spencer encabezaron la acusación contra el islam, pero esta actitud ha calado mucho más. Un apunte del blog de Martin Peretz, director de The New Republic, de septiembre del 2010, es ilustrativo de esta retórica viperina. “Francamente, la vida musulmana no tiene valor, sobre todo para los musulmanes”. Peretz añadía: “Me pregunto si he de honrar y respetar a estas personas y pretender que son dignos de los privilegios de la Primera Enmienda; me temo que abusarán de ellos”. Aunque Peretz pidió disculpas por la segunda parte, defendió no obstante su afirmación de que los musulmanes consideran la vida musulmana de escaso valor. “Se trata de la afirmación de un hecho, no de un juicio de valor”, escribió.
Matthew Duss, responsable de temas de seguridad nacional del Center for American Progress, dijo en la publicación Forward que el odio a árabes y musulmanes ha tenido hogar permanente no sólo en The New Republic, una de las revistas más antiguas y avanzadas de Estados Unidos, sino también en muchos otros foros proisraelíes que echan leña al tema del islam con fines políticos. Duss apunta directamente a Peretz en relación con el aumento de la islamofobia en The New Republic. Fox News, la casa de Glen Beck y Sean Hannity y de varios presentadores de programas de difusión nacional, entre quienes se cuentan Rush Limbaugh y Michael Savage, dos comentaristas de medios influyentes en Estados Unidos, suele promover la islamofobia en el ámbito nacional. En una entrevista en el popular programa de televisión The View, de la cadena ABC, Bill O'Reilly, destacada figura de la Fox, declaró que “los musulmanes nos mataron el 11-S”.
Además, destacados políticos como Newt Gingrich, posible candidato a la presidencia, Peter King y el senador Saxby Chamblis, dos políticos republicanos, legitiman todos ellos la demonización de los musulmanes mediante lenguaje engañoso. Los sectores críticos del Movimiento Cristiano Evangélico estadounidense y destacados líderes religiosos como Pat Robertson, John Hagee y Franklin Graham, figuras influyentes de la derecha religiosa, por citar algunos, han contribuido asimismo a la intensificación y escalada de este fenómeno en Estados Unidos.
De modo similar, se suscita un encendido debate en toda Europa – bastión del liberalismo y el multiculturalismo– acerca de la población musulmana. En Suiza, un gran sector de la población votó a favor de la prohibición de construir minaretes, pese a que la comunidad musulmana en Suiza sólo cuenta con unas 400.000 personas y en su mayoría no son árabes o africanos, sino europeos de Bosnia, Albania y Kosovo. Bélgica debate la posibilidad de aprobar una legislación para proscribir el uso del niqab por parte de las mujeres. En octubre del 2010, la prohibición de velo facial fue aprobada en ambas cámaras del Parlamento francés por un margen abrumador y está previsto que entre en vigor antes de mediados de este año.
Los países europeos con abultadas minorías musulmanas han experimentado un aumento notable de retórica antimusulmana. Tal actitud se agudiza considerablemente cuando se combina con la fiebre antiinmigración en un marco de dificultades económicas y altos índices de paro. Esta ola de islamofobia ha suscitado interrogantes de hondo calado sobre el futuro de las multiculturales y multirreligiosas sociedades occidentales. Sacando tajada de la existencia de este enconado debate, los líderes de Al Qaeda Osama bin Laden y Ayman al Zauahiri difundieron varias cintas grabadas en que condenaban la discriminación contra los musulmanes y prometían atacar a los países europeos que habían insultado al islam y su profeta. La ironía es que quienes atacan al islam suministran a Bin Laden y sus asociados nuevos instrumentos para recabar apoyos.
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