Fuente: lavanguardia.es (Meritxell M. Pauné), 22.11.10
Foto: Islam en Murcia (mezquita de Beniaján, similar a las que cita el artículo de La Vanguardia)
Una treintena de mujeres barcelonesas, de procedencia mayoritariamente paquistaní, reclaman su derecho a tener lugares de culto en buenas condiciones. Integran una asociación llamada ACESOP y con sede en el Raval, aunque ellas viven en diferentes barrios. Quieren llamar la atención de las Administraciones y la sociedad con una concentración cívica, posiblemente en plaza Sant Jaume, antes de las elecciones. Ni piden terrenos ni piden financiación, sólo concienciar sobre esta problemática: faltan locales donde poder ir en familia y por encima de todo un lugar salubre, seguro y legal donde vivir su fe con normalidad.
Casi la totalidad de las mezquitas en Catalunya son locales muy pequeños, normalmente pisos, garajes o antiguas tiendas y bares, con capacidades frecuentemente desbordadas. Son las que los fieles pueden permitirse pero son también las que políticamente cuestan menos votos. Sin embargo, ya no responden a la realidad de la comunidad musulmana catalana. En espacios tan reducidos no se puede habilitar una zona para mujeres y niños, como recomienda el Islam. Y la descendencia y el reagrupamiento familiar han traído a muchas mujeres musulmanas en el último lustro.
Los hombres tienen el deber de rezar con regularidad en la mezquita, en comunidad, mientras que ellas pueden escoger si también van o se quedan a orar en su casa o en la de familiares y amigos. "Por eso si nos habilitan un espacio, les estamos impidiendo a los hombres cumplir con su obligación, que ya de por sí les es difícil porque en todos los horarios de rezo hay siempre mucha gente", explica Fariza Habib, secretaria general de ACESOP. En algunas mezquitas se reservan unos pocos turnos para las mujeres, siempre que no sean días muy concurridos. "Sin mezquitas grandes, las mujeres nos quedamos muy a menudo sin poder ir a rezar", concluye.
"La religión es algo privado y la sociedad está bien que sea laica. Y nuestra prioridad es integrarnos y disfrutar de todo lo que tenemos aquí, pero a la vez también queremos poder rezar y compartir la fe con nuestros hijos. En fechas especiales, como por ejemplo el Ramadán o la Fiesta del Cordero, nos gustaría poder ir toda la familia junta, con los niños, para educarles y transmitirles nuestras tradiciones", ejemplifica la Dra. Huma Jamshed, presidenta de la asociación. "Hay quién piensa que es mejor esto que nada, pero nosotras creemos que un sitio oscuro, sucio, aglomerado y peligroso, que no cumpla los requisitos técnicos, no vale la pena y no es lugar al que llevar a niños pequeños", sentencia firme.
Es partidaria de que las normativas técnicas sean más exigentes y que la inversión corresponda a los usuarios de cada oratorio, en vez de ser pública o de capital extranjero. Hasta ahora la ley concedía a los lugares de culto una moratoria de cinco años para cumplir todos los requisitos, algo que Jamshed rechaza: "Ni en 5 años ni en 10, una antigua frutería no podrá reconvertirse tanto, con lavabos, salidas de emergencia, extintores, aislamiento sonoro y todo lo necesario". "Eso es que a los gobiernos ya les está bien que se queden así. ¿Verdad que si abro una tienda tendré que cumplir unas normas? Pues un oratorio también", remacha. "Los gobiernos nos responden que son laicos y no pueden ayudarnos, pero no es verdad que no intervengan en nada religioso", critica.
No creen que vayan muchas mujeres a la concentración, quizá medio centenar. "Unas cincuenta mujeres valientes", calcula Jamshed, consciente que muchas simpatizantes no asistirán "porque tienen miedo de caer mal a la gente, a los gobernantes". La mayor parte de las socias de ACESOP son madres y rondan los 30-40 años.
Los municipios ahora podrán planificar espacios para el culto
La nueva Ley de centros de culto aprobada por la Generalitat en 2009 –y en especial su reglamento, de este pasado julio– pondrá un poco más de orden a las exigencias técnicas para la apertura de oratorios y limitará la arbitrariedad municipal, aunque no resolverá la necesidad de espacios más grandes, según Francesc Torradeflot, jefe del departamento de Diversidad y Diálogo Interreligioso de la UNESCO-Catalunya. "Los planes de ordenación urbanística [POUM, en el argot] podrán identificar y reservar espacios para lugares de culto en los nuevos barrios de los pueblos y ciudades, no necesariamente en los polígonos industriales, porque técnicamente un lugar de culto será compatible con un bloque de viviendas corriente", desgrana. Estos espacios compatibles, no obstante, tendrían capacidad para un máximo de 100 personas, según el nuevo reglamento.
"Hay una falsa polémica sobre si es mejor tener pocas mezquitas grandes o muchos oratorios pequeños. La UNESCO-Catalunya siempre hemos defendido un modelo mixto que alterne lugares de culto de proximidad, medianos o pequeños, con lugares más grandes en las afueras", expone Torradeflot. "Y lo defendemos para cualquier religión, ¡porque es lo más práctico y es lo normal!", exclama. Como ejemplo cita la historia medieval de la capital catalana, en la que los grandes templos católicos se tuvieron que construir fuera de las murallas, pese a que los siglos los hayan dejado en el centro de la extensa ciudad actual.
Torradeflot ha participado en procesos de mediación vecinales para la apertura de mezquitas y conoce, por lo tanto, los argumentos y prejuicios habituales en estos casos. "En Catalunya no es una práctica nada habitual que las Administraciones cedan suelo a centros de culto, sólo El Vendrell lo ha hecho recientemente", rebate. Lo contrapone a que en algunas zonas de España como Madrid, Ávila o Segovia, donde la tradición católica es muy fuerte y se vincula a la propia identidad, se ve con naturalidad que el Estado ceda grandes solares a la Iglesia Católica.
Resalta, en cambio, que contar con una mezquita en el propio barrio tiene virtudes: "Hay estudios europeos, de sobras conocidos por los que trabajamos en el ramo, que demuestran como la apertura de una mezquita en un barrio conflictivo provoca un descenso notable de la delincuencia". Torradeflot lo atribuye a la función socializadora de las religiones: "Los vecinos que malvivían, los excluidos, los más vulnerables a la economía sumergida y a la marginalidad, pasan a tener un lugar de referencia, a ser parte de una comunidad, que les escucha y les asiste". Además, prosigue, "tener una mezquita grande, bonita, famosa, es un atractivo más para las grandes ciudades, un gancho turístico y cultural".
Las dificultades, no obstante, existen. La apertura de un gran templo de oración casi siempre suscita recelo entre el vecindario. "Y ciertos grupos políticos, además, lo aprovechan para sacar votos, fomentar estereotipos y fomentar la hostilidad, en especial si se trata de centros musulmanes", completa el académico. Reconoce que hay que actuar contra los discursos fundamentalistas, pero avisa que aplica mano dura puede ser contraproducente, porque "convierte a una minoría radical en víctimas, mártires, los empodera ante su comunidad". Su receta es la pedagogía y el trabajo diario con las bases, para que entren en mesas interreligiosas y evolucionen poco a poco, "como se ha conseguido en los últimos veinte años con grupos fundamentalistas de otras religiones".
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