Fuente: tiempodehoy.com (3/9/2010)
El Gobierno se ve incapaz de controlar a las organizaciones islámicas, inmersas en fuertes tensiones entre moderados e integristas. La pérdida de peso de las dos grandes federaciones de comunidades islámicas complica más el asunto.
Al pocos días del comienzo del curso escolar a buen seguro que renacerá el debate sobre los velos islámicos en las escuelas y ello recrudecerá el provocado por las prohibiciones del burka. Pero los debates sobre este tipo de símbolos podrían además radicalizarse en los próximos meses, justo cuando se ha acentuado la sensación de que las versiones del islam tradicionales o rigoristas están creciendo, y rápido, en España. Una situación extraña y que, dicen los expertos, contrasta con la actitud religiosa y de costumbres que se vive entre las clases medias urbanas en países como Siria, Líbano, Túnez, Jordania e incluso Marruecos, más flexibles. Es el caso de la esposa del presidente de Siria, Asma Al Asad, que pasó por España en julio. Posiblemente impresionada por el aire desenvuelto y europeo de Asma, una mujer que se peina a la última, lleva vestidos cortos y pantalones, nada y monta en bicicleta, y da la sensación de ser igual que el presidente, una reportera le preguntó si eso era normal en su país, a lo que ella contestó que era “un espejo de la sociedad siria”.
En España también el islam es diferente. A juzgar por las tomas de postura que se leen en las webs de los grupos islámicos en España (ver recuadro en página 31), el modo con el que han respondido a la prohibición del burka y el hiyab o las actitudes de algunos imanes, no parece que Asma Al Asad sea el prototipo de la mujer musulmana en España. Ni siquiera entre los españoles conversos, unas 35.000 o 40.000 personas que practican un islam moderado. “Lo que no está claro –reflexiona Fernando Bravo, del TEIM (Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos) de la Universidad Autónoma de Madrid– es si esta aparente expansión del islam más tradicional, e incluso integrista, se debe a un aumento de la religiosidad o a una actitud de reivindicación derivada de la sensación, más fuerte en Europa que en sus países, de que su identidad está amenazada”.
Las noticias de que la Unión de Comunidades Islámicas (Ucide) y la Federación de Entidades Religiosas Islámicas (Feeri), las dos grandes federaciones religiosas que integran la Comisión Islámica de España (CIE), han venido adoptando posiciones más duras parece deberse, según los especialistas, a que muchas de las comunidades de base que las forman están cada vez más penetradas de elementos procedentes de grupos como Justicia y Caridad, Salafistas o Tabligh, con sensibilidades como mínimo integristas y a los que se sitúa en el amplio mundo del islam político. La Feeri, fundada en los años 80 por un grupo de conversos, se ha ido decantando hacia posiciones más estrictas. Lo explica Mansur Escudero, que fue su presidente durante 14 años: “Dejé la presidencia de la Feeri en 2003 porque ese año grupos que defendían ideas muy diferentes de las nuestras lograron la mayoría. No había posibilidades de compatibilizar nuestras posiciones con las suyas”.
El Gobierno se ve incapaz de controlar a las organizaciones islámicas, inmersas en fuertes tensiones entre moderados e integristas. La pérdida de peso de las dos grandes federaciones de comunidades islámicas complica más el asunto.
Al pocos días del comienzo del curso escolar a buen seguro que renacerá el debate sobre los velos islámicos en las escuelas y ello recrudecerá el provocado por las prohibiciones del burka. Pero los debates sobre este tipo de símbolos podrían además radicalizarse en los próximos meses, justo cuando se ha acentuado la sensación de que las versiones del islam tradicionales o rigoristas están creciendo, y rápido, en España. Una situación extraña y que, dicen los expertos, contrasta con la actitud religiosa y de costumbres que se vive entre las clases medias urbanas en países como Siria, Líbano, Túnez, Jordania e incluso Marruecos, más flexibles. Es el caso de la esposa del presidente de Siria, Asma Al Asad, que pasó por España en julio. Posiblemente impresionada por el aire desenvuelto y europeo de Asma, una mujer que se peina a la última, lleva vestidos cortos y pantalones, nada y monta en bicicleta, y da la sensación de ser igual que el presidente, una reportera le preguntó si eso era normal en su país, a lo que ella contestó que era “un espejo de la sociedad siria”.
En España también el islam es diferente. A juzgar por las tomas de postura que se leen en las webs de los grupos islámicos en España (ver recuadro en página 31), el modo con el que han respondido a la prohibición del burka y el hiyab o las actitudes de algunos imanes, no parece que Asma Al Asad sea el prototipo de la mujer musulmana en España. Ni siquiera entre los españoles conversos, unas 35.000 o 40.000 personas que practican un islam moderado. “Lo que no está claro –reflexiona Fernando Bravo, del TEIM (Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos) de la Universidad Autónoma de Madrid– es si esta aparente expansión del islam más tradicional, e incluso integrista, se debe a un aumento de la religiosidad o a una actitud de reivindicación derivada de la sensación, más fuerte en Europa que en sus países, de que su identidad está amenazada”.
Las noticias de que la Unión de Comunidades Islámicas (Ucide) y la Federación de Entidades Religiosas Islámicas (Feeri), las dos grandes federaciones religiosas que integran la Comisión Islámica de España (CIE), han venido adoptando posiciones más duras parece deberse, según los especialistas, a que muchas de las comunidades de base que las forman están cada vez más penetradas de elementos procedentes de grupos como Justicia y Caridad, Salafistas o Tabligh, con sensibilidades como mínimo integristas y a los que se sitúa en el amplio mundo del islam político. La Feeri, fundada en los años 80 por un grupo de conversos, se ha ido decantando hacia posiciones más estrictas. Lo explica Mansur Escudero, que fue su presidente durante 14 años: “Dejé la presidencia de la Feeri en 2003 porque ese año grupos que defendían ideas muy diferentes de las nuestras lograron la mayoría. No había posibilidades de compatibilizar nuestras posiciones con las suyas”.
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