Fuente: elperiodico.com (7/8/2010)
Algunos imanes han sido investigados por llamamientos a la desobediencia civil
Esta doctrina, con 50 mezquitas en Cataluña, se acerca a Barcelona
No se trata de una corriente religiosa que busca su sitio en el seno de una sociedad plural. Desde hace años, todas las policías con competencias en Cataluña avisan de que los salafistas, como han señalado a este diario dos responsables de cuerpos policiales distintos, difunden «una contracultura, una manera de vivir que va en contra de todos los valores de tolerancia e igualdad de género y que no acepta las reglas del juego de una sociedad democrática». La corriente, que llegó á Cataluña a principios de los años 90, se ha multiplicado y cuenta ahora con 50 mezquitas.
Aunque el centro neurálgico ha estado siempre situado en el conocido como cinturón salafista de Tarragona, esa corriente se ha expandido y hecho fuerte ya en Lleida y en Salt. «Además, se va acercando al área metropolitana barcelonesa», señalan esas fuentes policiales. Además, desde Tarragona se han expandido a Valencia, Murcia y el País Vasco.
«El salafismo es una amenaza para la convivencia», explican esas fuentes policiales. «Su discurso –añaden– consiste en obligar a los musulmanes que viven en Occidente a aislarse totalmente de la sociedad occidental, que consideran contaminada. Promueven la segregación cultural. Para ello, obligan a sus fieles a reducir al mínimo los contactos on los no musulmanes y a vivir en colectivos blindados al entorno».
NO JUGAR CON NIÑOS CATALANES / En los sermones del viernes en las mezquitas y en los contactos cara a cara, los imanes salafistas recomiendan a sus seguidores obligar a sus mujeres a cubrirse el rostro, les prohíben los matrimonios con no musulmanes y les ordenan que impidan a sus hijos jugar con niños catalanes. «Todo esto se hace mediante coacciones, llegando incluso a crear grupos de personas que funcionan como brigadas de la moral. Además, les dejan muy claro que el cumplimiento de la ley islámica está por encima de la ley española», explican, y alertan del adoctrinamiento que se hace con niños en clases y colonias.
Los salafistas han logrado consolidar en Cataluña su centro neurálgico en el sur de Europa. De hecho, es en localidades como Torredembarra y Martorell donde celebran cada año entre dos y tres concentraciones de varios días, a las que una media de 1.500 personas acuden a las conferencias de jeques salafistas venidos de Holanda y Bélgica o de países del golfo Pérsico. Además, reciben importantes donaciones económicas de esa zona. Su expansión no es solo geográfica. Esta doctrina, que en Cataluña seguían sobre todo inmigrantes marroquís y argelinos, gana terreno en colectivos como el de los inmigrantes subsaharianos.
SERMONES POLÉMICOS / Además, los servicios de lucha antiterrorista han iniciado investigaciones sobre varios imanes que en las jutbas (sermones de los viernes) «hacían llamamientos a la desobediencia civil.
Algunos imanes han sido investigados por llamamientos a la desobediencia civil
Esta doctrina, con 50 mezquitas en Cataluña, se acerca a Barcelona
No se trata de una corriente religiosa que busca su sitio en el seno de una sociedad plural. Desde hace años, todas las policías con competencias en Cataluña avisan de que los salafistas, como han señalado a este diario dos responsables de cuerpos policiales distintos, difunden «una contracultura, una manera de vivir que va en contra de todos los valores de tolerancia e igualdad de género y que no acepta las reglas del juego de una sociedad democrática». La corriente, que llegó á Cataluña a principios de los años 90, se ha multiplicado y cuenta ahora con 50 mezquitas.
Aunque el centro neurálgico ha estado siempre situado en el conocido como cinturón salafista de Tarragona, esa corriente se ha expandido y hecho fuerte ya en Lleida y en Salt. «Además, se va acercando al área metropolitana barcelonesa», señalan esas fuentes policiales. Además, desde Tarragona se han expandido a Valencia, Murcia y el País Vasco.
«El salafismo es una amenaza para la convivencia», explican esas fuentes policiales. «Su discurso –añaden– consiste en obligar a los musulmanes que viven en Occidente a aislarse totalmente de la sociedad occidental, que consideran contaminada. Promueven la segregación cultural. Para ello, obligan a sus fieles a reducir al mínimo los contactos on los no musulmanes y a vivir en colectivos blindados al entorno».
NO JUGAR CON NIÑOS CATALANES / En los sermones del viernes en las mezquitas y en los contactos cara a cara, los imanes salafistas recomiendan a sus seguidores obligar a sus mujeres a cubrirse el rostro, les prohíben los matrimonios con no musulmanes y les ordenan que impidan a sus hijos jugar con niños catalanes. «Todo esto se hace mediante coacciones, llegando incluso a crear grupos de personas que funcionan como brigadas de la moral. Además, les dejan muy claro que el cumplimiento de la ley islámica está por encima de la ley española», explican, y alertan del adoctrinamiento que se hace con niños en clases y colonias.
Los salafistas han logrado consolidar en Cataluña su centro neurálgico en el sur de Europa. De hecho, es en localidades como Torredembarra y Martorell donde celebran cada año entre dos y tres concentraciones de varios días, a las que una media de 1.500 personas acuden a las conferencias de jeques salafistas venidos de Holanda y Bélgica o de países del golfo Pérsico. Además, reciben importantes donaciones económicas de esa zona. Su expansión no es solo geográfica. Esta doctrina, que en Cataluña seguían sobre todo inmigrantes marroquís y argelinos, gana terreno en colectivos como el de los inmigrantes subsaharianos.
SERMONES POLÉMICOS / Además, los servicios de lucha antiterrorista han iniciado investigaciones sobre varios imanes que en las jutbas (sermones de los viernes) «hacían llamamientos a la desobediencia civil.
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