Fuente: La Verdad (5/8/2010)
La Audiencia condena a seis meses a un marroquí que intimidó a su esposa por no ser buena musulmana.
Un día de convivencia le bastó para darse cuenta de que su mujer era «una puta» y una mala musulmana. Una mujer que no respetaba las tradiciones, que no le obedecía y a la que había que meter en vereda. O, directamente, cambiarla por otra más sumisa.
Eran las ocho de la tarde del 21 de febrero del 2009 cuando E., marroquí de 36 años, llegó a su casa de Totana y se encontró a su esposa viendo una película en televisión. Una sorpresa muy desagradable, por cuanto que él aspiraba a que la mujer con la que se había desposado tres meses antes en su país de origen, y a la que había traído a España apenas 24 horas antes, supiera respetar lo que él considera tradiciones musulmanas: no ver la televisión, no relacionarse con vecinos de la localidad y hacer exclusivamente la voluntad del marido.
Inmediatamente, apagó el televisor y le puso música árabe. Pero la mujer no estaba dispuesta a callarse y le dijo que no estaba de acuerdo con el tipo de vida que pretendía imponerle. «He traído a España a una puta. Yo mando y tú sólo estás subordinada a mis órdenes», le espetó E., dando por terminada la discusión. Tras cenar en compañía del esposo y de un hermano de éste, la chica se subió a su habitación y desde allí escuchó como E. insistía en que «es una puta y no una mujer; tengo que traerme a una mujer más sumisa y que respete las tradiciones».
Cuando se marchó su hermano, el hombre subió a la habitación y, al encontrarla cerrada, comenzó a golpear la puerta con gran fuerza. La mujer acabó abriendo y se encontró con la amenaza de un cuchillo. «Como no me hagas caso te voy a cortar», le dijo el varón, tras lo cual cortó las cintas de las persianas para que no pudiera abrirlas y mirar a la calle.
Atemorizada, subió a la azotea, echó el cerrojo y, para llamar la atención de los vecinos y que alertaran a la Policía, arrojó una maceta a la calle. Los agentes acabaron acudiendo, alertados por el propio esposo.
Un juzgado de lo Penal condenó a E. a diez meses de cárcel por amenazas leves en el ámbito familiar, pero el abogado defensor recurrió, aduciendo que había existido una valoración errónea de las pruebas y que el juez se había centrado en valoraciones culturales y religiosas para justificar la existencia de machismo.
Ahora, la Audiencia Provincial ha considerado que «el discurso sobre las tradiciones musulmanas, o los aspectos de su religión, o las verdaderas connotaciones culturales de la relación entre acusado y víctima carecen de la suficiente relevancia práctica para que puedan afectar al sentido del fallo», e insiste en que una amenaza con un cuchillo lo es independientemente de la religión, la cultura o la tradición. Sin embargo, rebaja la pena a seis meses, al estimar que se puso el máximo de diez meses sin argumentos.
La Audiencia condena a seis meses a un marroquí que intimidó a su esposa por no ser buena musulmana.
Un día de convivencia le bastó para darse cuenta de que su mujer era «una puta» y una mala musulmana. Una mujer que no respetaba las tradiciones, que no le obedecía y a la que había que meter en vereda. O, directamente, cambiarla por otra más sumisa.
Eran las ocho de la tarde del 21 de febrero del 2009 cuando E., marroquí de 36 años, llegó a su casa de Totana y se encontró a su esposa viendo una película en televisión. Una sorpresa muy desagradable, por cuanto que él aspiraba a que la mujer con la que se había desposado tres meses antes en su país de origen, y a la que había traído a España apenas 24 horas antes, supiera respetar lo que él considera tradiciones musulmanas: no ver la televisión, no relacionarse con vecinos de la localidad y hacer exclusivamente la voluntad del marido.
Inmediatamente, apagó el televisor y le puso música árabe. Pero la mujer no estaba dispuesta a callarse y le dijo que no estaba de acuerdo con el tipo de vida que pretendía imponerle. «He traído a España a una puta. Yo mando y tú sólo estás subordinada a mis órdenes», le espetó E., dando por terminada la discusión. Tras cenar en compañía del esposo y de un hermano de éste, la chica se subió a su habitación y desde allí escuchó como E. insistía en que «es una puta y no una mujer; tengo que traerme a una mujer más sumisa y que respete las tradiciones».
Cuando se marchó su hermano, el hombre subió a la habitación y, al encontrarla cerrada, comenzó a golpear la puerta con gran fuerza. La mujer acabó abriendo y se encontró con la amenaza de un cuchillo. «Como no me hagas caso te voy a cortar», le dijo el varón, tras lo cual cortó las cintas de las persianas para que no pudiera abrirlas y mirar a la calle.
Atemorizada, subió a la azotea, echó el cerrojo y, para llamar la atención de los vecinos y que alertaran a la Policía, arrojó una maceta a la calle. Los agentes acabaron acudiendo, alertados por el propio esposo.
Un juzgado de lo Penal condenó a E. a diez meses de cárcel por amenazas leves en el ámbito familiar, pero el abogado defensor recurrió, aduciendo que había existido una valoración errónea de las pruebas y que el juez se había centrado en valoraciones culturales y religiosas para justificar la existencia de machismo.
Ahora, la Audiencia Provincial ha considerado que «el discurso sobre las tradiciones musulmanas, o los aspectos de su religión, o las verdaderas connotaciones culturales de la relación entre acusado y víctima carecen de la suficiente relevancia práctica para que puedan afectar al sentido del fallo», e insiste en que una amenaza con un cuchillo lo es independientemente de la religión, la cultura o la tradición. Sin embargo, rebaja la pena a seis meses, al estimar que se puso el máximo de diez meses sin argumentos.
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