Fuente: La Verdad (3/12/2009)
- Asociaciones como Ruta Solidaria o la Fundación Chinguetti llevan años en el país africano; no piensan moverse de allí pese a la nueva amenaza integrista
- ONG murcianas recorren a menudo la carretera donde se produjo el secuestro de tres cooperantes
Manuel Díaz todavía tiene en su retina el recuerdo del desierto sin fin, la carretera interminable, la calma en un mar de tranquilidad, el silencio de un lugar casi inhabitado. Fue hace dos meses. 26 voluntarios de la ONG murciana En Ruta Solidaria recorrieron la larguísima carretera que une Nuakchot, la capital de Mauritania, con Nuabidú, la segunda ciudad del país. Por esta misma vía transitaban el sábado los tres cooperantes catalanes que fueron secuestrados, supuestamente a manos de un grupo islamista vinculado a Al Qaida.
Es el cuarto año en que Manuel Díaz pisa este asfalto con los camiones de Ruta Solidaria. Antes ya había surcado el desierto del país africano durante las agotadoras etapas del París-Dakar, como miembro del grupo Rutamotor Adventure. Nunca ha sentido la amenaza del islamismo radical o de grupos violentos dedicados al bandidaje. «Llevo 35 años bajando a Marruecos y a Mauritana, y jamás he tenido problemas».
En su última visita al país, los seis camiones y land rover de la ONG sólo encontraron a su paso por la carretera ahora amenazada a personas que los recibían con los brazos abiertos. «Los mauritanos no son integristas, aprecian a los extranjeros y tienen en su país a congregaciones cristianas. El secuestro nos ha sorprendido muchísimo. No creo que nadie se esperase esto», cuenta Manuel Díaz.
El convoy murciano llegó a Nuakchot cargado de material sanitario para un dispensario médico situado en uno de los barrios más pobres de la capital. Los murcianos también llevaron donaciones de empresas de la Región destinadas a una escuela infantil y comida para un centro nutricional dirigido a los más pequeños de la barriada. Descargado el cargamento, los camiones pusieron rumbo a casa a través, nuevamente, de la carretera a Nuadibú. Es la única vía en condiciones del país, así que suele ser punto de encuentro de las ONG españolas que trabajan en la zona.
Es el cuarto año en que Manuel Díaz pisa este asfalto con los camiones de Ruta Solidaria. Antes ya había surcado el desierto del país africano durante las agotadoras etapas del París-Dakar, como miembro del grupo Rutamotor Adventure. Nunca ha sentido la amenaza del islamismo radical o de grupos violentos dedicados al bandidaje. «Llevo 35 años bajando a Marruecos y a Mauritana, y jamás he tenido problemas».
En su última visita al país, los seis camiones y land rover de la ONG sólo encontraron a su paso por la carretera ahora amenazada a personas que los recibían con los brazos abiertos. «Los mauritanos no son integristas, aprecian a los extranjeros y tienen en su país a congregaciones cristianas. El secuestro nos ha sorprendido muchísimo. No creo que nadie se esperase esto», cuenta Manuel Díaz.
El convoy murciano llegó a Nuakchot cargado de material sanitario para un dispensario médico situado en uno de los barrios más pobres de la capital. Los murcianos también llevaron donaciones de empresas de la Región destinadas a una escuela infantil y comida para un centro nutricional dirigido a los más pequeños de la barriada. Descargado el cargamento, los camiones pusieron rumbo a casa a través, nuevamente, de la carretera a Nuadibú. Es la única vía en condiciones del país, así que suele ser punto de encuentro de las ONG españolas que trabajan en la zona.
Los reconoció por la tele
Cuando Manuel tuvo noticias del secuestro, el corazón le dio un vuelco. Reconoció de inmediato a dos de los retenidos: el empresario Roque Pascual y la cooperante Alicia Gámez. «Los vi una vez, aunque no en Mauritania, sino en un encuentro en La Junquera. Sólo los conozco de vista, pero he oído hablar mucho de ellos, porque Roque es una persona muy conocida». Los tres voluntarios retenidos pertenecen a la ONG Barcelona-Acció Solidaria, una asociación dedicada, como la murciana En Ruta Solidaria, al transporte de material para proyectos concretos de desarrollo en el país.
Si alguien conoce bien Mauritania es Alfonso Torres, presidente de la Fundación Chinguetti, que gestiona un hospital en la ciudad del mismo nombre. «La última vez que estuve allí fue en junio, y dentro de unos días me voy otra vez», cuenta. El secuestro le ha llenado de preocupación, pero ni por un momento se ha planteado cambiar su intención de pasar las Navidades en el hospital con los voluntarios y el personal que allí trabaja. «Lo hago siempre y seguiré haciéndolo». Alfonso Torres tiene incluso casa en Mauritania. Es un país al que adora. «Nunca he detectado problemas de integrismo religioso. Son musulmanes, pero moderados. Incluso hay una embajada israelí».
Lo que sí han notado tanto el presidente de la Fundación Chinguetti como Manuel Díaz es el deterioro de la situación política tras sucesivos golpes de Estado e interminables luchas de poder. Sin embargo, hasta ahora eso no había dado lugar a una mayor inseguridad. «Está claro que habrá que tener más cuidado y, por supuesto, me preocupa la seguridad del personal del hospital, pero de momento Mauritania sigue siendo un lugar tranquilo y no hay por qué replantearse nada», concluye Alfonso Torres.
Cuando Manuel tuvo noticias del secuestro, el corazón le dio un vuelco. Reconoció de inmediato a dos de los retenidos: el empresario Roque Pascual y la cooperante Alicia Gámez. «Los vi una vez, aunque no en Mauritania, sino en un encuentro en La Junquera. Sólo los conozco de vista, pero he oído hablar mucho de ellos, porque Roque es una persona muy conocida». Los tres voluntarios retenidos pertenecen a la ONG Barcelona-Acció Solidaria, una asociación dedicada, como la murciana En Ruta Solidaria, al transporte de material para proyectos concretos de desarrollo en el país.
Si alguien conoce bien Mauritania es Alfonso Torres, presidente de la Fundación Chinguetti, que gestiona un hospital en la ciudad del mismo nombre. «La última vez que estuve allí fue en junio, y dentro de unos días me voy otra vez», cuenta. El secuestro le ha llenado de preocupación, pero ni por un momento se ha planteado cambiar su intención de pasar las Navidades en el hospital con los voluntarios y el personal que allí trabaja. «Lo hago siempre y seguiré haciéndolo». Alfonso Torres tiene incluso casa en Mauritania. Es un país al que adora. «Nunca he detectado problemas de integrismo religioso. Son musulmanes, pero moderados. Incluso hay una embajada israelí».
Lo que sí han notado tanto el presidente de la Fundación Chinguetti como Manuel Díaz es el deterioro de la situación política tras sucesivos golpes de Estado e interminables luchas de poder. Sin embargo, hasta ahora eso no había dado lugar a una mayor inseguridad. «Está claro que habrá que tener más cuidado y, por supuesto, me preocupa la seguridad del personal del hospital, pero de momento Mauritania sigue siendo un lugar tranquilo y no hay por qué replantearse nada», concluye Alfonso Torres.
También en Mali
Todo apunta a que el grupo islamista que supuestamente ha secuestrado a los voluntarios españoles tiene su base en el vecino Mali. También allí trabajan cooperantes murcianos. La Asociación Amigos de Mali cuenta con una amplia infraestructura en la zona. En septiembre, los Cirujanos Solidarios de La Arrixaca estuvieron operando en un dispensario construido por esta ONG en el pequeño pueblo de Kafana. Tampoco ellos han sentido amenaza alguna. «La mayoría de la población es musulmana, pero no ha habido problemas culturales por eso. Nos recibieron con los brazos abiertos», cuenta el doctor Juan Manuel Rodríguez. El secuestro ha llenado a todos de preocupación, pero nadie está dispuesto a tirar la toalla. Seguirán en Mauritania y en Mali dando lo mejor de sí mismos.
Todo apunta a que el grupo islamista que supuestamente ha secuestrado a los voluntarios españoles tiene su base en el vecino Mali. También allí trabajan cooperantes murcianos. La Asociación Amigos de Mali cuenta con una amplia infraestructura en la zona. En septiembre, los Cirujanos Solidarios de La Arrixaca estuvieron operando en un dispensario construido por esta ONG en el pequeño pueblo de Kafana. Tampoco ellos han sentido amenaza alguna. «La mayoría de la población es musulmana, pero no ha habido problemas culturales por eso. Nos recibieron con los brazos abiertos», cuenta el doctor Juan Manuel Rodríguez. El secuestro ha llenado a todos de preocupación, pero nadie está dispuesto a tirar la toalla. Seguirán en Mauritania y en Mali dando lo mejor de sí mismos.
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