Fuente: diariodesevilla.es
Al escritor Amin Maalouf (Beirut, 1949) le preocupa la involución ética y política que sufre el mundo musulmán; a Occidente, en cambio, le reprocha la propensión que tiene a convertir su conciencia moral y democrática en herramienta de dominio, codicia y explotación. Dos civilizaciones enfrentadas que este libanés afincado en París quiere acercar con su nuevo libro: El desajuste del mundo (Alianza). Un ensayo lúcido y descarnado donde el autor de León el africano y Las cruzadas vistas por los árabes retoma el estilo periodístico de sus inicios para lanzar un mensaje urgente a la comunidad internacional.
-Defiende en este libro que el mundo necesita más que nunca a una "Norteamérica reconciliada con él y consigo misma", capaz de construir nuevas relaciones entre las naciones. ¿No es un reto demasiado vasto para Barack Obama a la vista del desafío nuclear iraní?
-Está claro que hay una situación preocupante en las relaciones entre Irán y Occidente. Me inquietan las consecuencias que estos ensayos nucleares puedan tener sobre la iniciativa de Obama de superar las desconfianzas existentes entre Occidente y el mundo musulmán, que había inspirado muchísimas esperanzas. En su discurso en El Cairo, en junio, Obama expuso las líneas maestras de esas relaciones y tendió una mano a Teherán. Lo que sucedió después, con las elecciones iraníes y el pucherazo, lo puso todo en entredicho. No creo que lanzar misiles ayude mucho y el recrudecimiento de las confrontaciones en Afganistán, más todo lo que está pasando en Oriente Próximo, me hace temer que el objetivo de Obama esté muy comprometido ya.
-¿Qué sintió cuando oyó a Obama defender en El Cairo el legado de Al-Ándalus?
-Fui sumamente sensible a esa mención de Al-Ándalus y confío en que se sigan sacando ejemplos de un tiempo en el que hubo un encuentro entre distintas civilizaciones, lo que se ha dado en llamar la España de las tres religiones. Evidentemente no hay que idealizar ese periodo de la Historia porque en él también existieron tensiones y conflictos. Pero sí me parece importante recordar que esos encuentros han sido posibles y fructíferos; que fueron grandes momentos en la historia de la humanidad. Aquel discurso de Obama fue sumamente honrado en su visión de las cosas. Me entristece ver que no estamos avanzando hacia las soluciones que él quería poner en práctica y que esa gran oportunidad de reconciliación histórica entre Occidente y el mundo musulmán esté en aprietos.
-La figura de Nasser, el presidente egipcio "que fue capaz de arrojarle el guante a la cara a las potencias occidentales", le sirve para analizar la actual ausencia de liderazgo en el mundo musulmán y cómo Al Qaeda ha ocupado ese vacío...
-La verdadera legitimidad popular se adquiere a través de unas elecciones democráticas (y muy pocos han logrado el poder así) o logrando que el pueblo te perciba como portador de sus inquietudes y aspiraciones, lo que tampoco sucede. Nasser tenía muchísimos defectos, no era un demócrata ni nada parecido. De hecho, su Gobierno puso fin a la diversidad popular que había existido hasta entonces en la sociedad egipcia y no suscribo los valores que él representaba. Pero lo cierto es que gozaba de una verdadera legitimidad en el conjunto del mundo árabe. Nasser aparece en un momento histórico muy concreto: la descolonización. Era el auge del movimiento de los países no alineados y los nacionalismos en el mundo árabe. Él desarrolló toda una acción de socialismo en el Tercer Mundo que hoy ha desaparecido por completo. Ahora no veo, ni tampoco en el futuro inmediato, que se perfile un líder con ese tipo de respaldo.
-En este nuevo ensayo sostiene con rotundidad que "la desesperación suicida es el mayor de los sacrilegios". ¿Imaginaba cuando escribió Samarcanda, donde relató el papel de la secta de los asesinos en la Persia medieval, la virulencia actual del terrorismo islamista?
-Puede existir la tentación de establecer paralelismos entre los atentados recientes y los acontecimientos de finales del siglo XI y del siglo XII, cuando actuaba la llamada horda de los asesinos. Pero la comparación no es adecuada porque la situación actual es muy distinta. Aquellos asesinos jamás hirieron ni mataron a civiles: le clavaban un cuchillo a un líder político y luego se entregaban a la muchedumbre o las autoridades para pagar las consecuencias de sus actos. El fenómeno actual es la consecuencia de una gigantesca desesperación compartida por millones de personas. Y entre esos millones de personas hay unos cuantos cientos o miles que están dispuestos a cometer acciones de extrema violencia con medios como una bomba, que pude matar a cientos y miles de inocentes, lo que resulta sumamente perturbador para todas las sociedades de nuestra época.
-En su novela El primer siglo después de Béatrice, la primera de las suyas ambientada en el futuro, alertó sobre la importancia de contar con los valores femeninos para recomponer las piezas de un mundo dividido. ¿Cómo valora la situación actual de la mujer en el mundo árabe y musulmán?
-En muchos países donde la mujer había empezado a adquirir derechos crecientes esa conquista ha pegado un frenazo y en otros ha entrado directamente en regresión. Es triste verlo pero en realidad no es sorprendente porque la posición de la mujer es un indicador muy claro de las actitudes de la sociedad: en una comunidad que avanza, el estatuto de la mujer mejora; en una sociedad en retroceso, su papel se deteriora.
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