Fuente: La Verdad (12/7/2009)
Tras la inauguración a cargo de Khaled, el viernes Faudel protagonizó la segunda velada dedicada al raï en la Mar de Músicas 2009. El beur -nombre por el que conoce a los franceses de origen magrebí- representa la faceta más juvenil y comercial del pop raï. Su propuesta es muy accesible, de discurso sencillo y sonoridad amable. Su magnífica voz, amén de su participación en películas y series de televisión, completa el círculo de la popularidad.
Me llamó poderosamente la atención observar como en el foso cantaban y bailaban varias decenas de jovencitas magrebíes, con velo sobre la cabeza, pero completamente hechizadas por la presencia de su ídolo. La admiración no entiende de culturas o nacionalidades, pese a lo inusual de la estampa en nuestro país. Pero la música de Faudel busca exactamente eso: llegar a los más jóvenes con su apuesta por el romanticismo radiable y el raï con prelavado. Lo consigue y además no se aprecia exenta de interés, pese a su indudable ligereza. Cerca del final cantó la polémica Mon pays, pero a diferencia de lo ocurrido hace un par de años en París cuando fue abucheado por apoyar al mismo Sarkozy que había calificado a los beurs de chusma, aquí sólo hubo aplausos. Como los hubo, acaso más merecidos, cuando se orientaba hacia la chanson. Cuando interpretó su adaptación francófona de My way o cuando versionó por partida doble al maestro Khaled (mejor con Aicha que con Didi). Tampoco faltaron otros éxitos como Main dans la main, la bailable Eray ya en la despedida o su primer hit Tellement je t'aime.
Tras la inauguración a cargo de Khaled, el viernes Faudel protagonizó la segunda velada dedicada al raï en la Mar de Músicas 2009. El beur -nombre por el que conoce a los franceses de origen magrebí- representa la faceta más juvenil y comercial del pop raï. Su propuesta es muy accesible, de discurso sencillo y sonoridad amable. Su magnífica voz, amén de su participación en películas y series de televisión, completa el círculo de la popularidad.
Me llamó poderosamente la atención observar como en el foso cantaban y bailaban varias decenas de jovencitas magrebíes, con velo sobre la cabeza, pero completamente hechizadas por la presencia de su ídolo. La admiración no entiende de culturas o nacionalidades, pese a lo inusual de la estampa en nuestro país. Pero la música de Faudel busca exactamente eso: llegar a los más jóvenes con su apuesta por el romanticismo radiable y el raï con prelavado. Lo consigue y además no se aprecia exenta de interés, pese a su indudable ligereza. Cerca del final cantó la polémica Mon pays, pero a diferencia de lo ocurrido hace un par de años en París cuando fue abucheado por apoyar al mismo Sarkozy que había calificado a los beurs de chusma, aquí sólo hubo aplausos. Como los hubo, acaso más merecidos, cuando se orientaba hacia la chanson. Cuando interpretó su adaptación francófona de My way o cuando versionó por partida doble al maestro Khaled (mejor con Aicha que con Didi). Tampoco faltaron otros éxitos como Main dans la main, la bailable Eray ya en la despedida o su primer hit Tellement je t'aime.
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