El peligro del islamismo

Artículo publicado en las páginas de opinión del diario La Verdad el 07.05.09

Salvador Hidalgo

Se está produciendo desde hace algunas décadas en el mundo musulmán un duro enfrentamiento entre las tendencias moderadas y las más intransigentes y sectarias. Por los resultados de los últimos años parece que cada vez avanzan más las ideas radicales. El islamismo parece tener serias dificultades para adaptarse a los tiempos modernos. Países con costumbres y creencias religiosas ancestrales han evolucionado y han desterrado los aspectos de su cultura que se oponían al progreso moral y social. El caso de la India, eliminando el sistema de castas y favoreciendo la integración de todos los ciudadanos en un sistema igualitario debería ser un ejemplo a seguir por los musulmanes. Pero éstos son incapaces de asimilar lo positivo que están viendo en otras culturas.

Es cierto que hay también clases políticas e intelectuales, movimientos femeninos y otros colectivos que están consiguiendo grandes avances. Pero son los más radicales los que están ganando la partida. No me refiero a los terroristas, que son una minoría, aunque tampoco hay que despreciar los miles de atentados y los centenares de miles de muertos que han ocasionado; pues cuando pensamos en el terrorismo islámico sólo nos acordamos de Nueva York, Madrid o Londres, y sin embargo, aunque con menos víctimas, se dan continuamente en todos los lugares del planeta.

Considero aún más grave la labor que han hecho los ulemas y las madrazas en crear este caldo de cultivo del terrorismo y en fanatizar a la población en general. El resultado está a la vista. Países donde hace cincuenta años no utilizaban el velo las mujeres, ahora lo emplean masivamente o están recluidas en el hogar. No es sólo el radicalismo de Irak, Arabia Saudí, Irán o Afganistán. Se trata también de las masas de población de Marruecos, Argelia, Egipto, Líbano, etc., que si no han entregado el poder a sus líderes es porque no existe una auténtica democracia; la actividad política está controlada por los dirigentes moderados, con el apoyo de los militares que impiden la conquista del Estado por los extremistas.

El caso de Turquía es sintomático; un país con una constitución laica no ha dado ya la vuelta a una ley islámica porque no lo consiente el ejército. Hechos recientes están acelerando el proceso involucionista. En Afganistán se ha llegado a aprobar una ley que reduce a las mujeres chiíes prácticamente al mismo papel que tenían en la época de los talibanes, eso sin olvidar que en la mayor parte del país son éstos los que imponen su ley. El año pasado se intentó discutir en la Comisión de Derecho Humanos de la ONU la condena a algunas prácticas de la sharía, como el matrimonio de niñas o la lapidación de las mujeres adúlteras.

Todos los países musulmanes se opusieron en bloque y no permitieron ni siquiera la discusión; era un atentado a su religión. Cuando surgió el tema de las viñetas de Mahoma se produjeron en casi todas las naciones islámicas grandes manifestaciones que terminaron con incendios y asesinatos de personas cristianas. Los dirigentes políticos del mundo musulmán no condenaron estas salvajadas, al contrario, las justificaron por las dichosas viñetas y pidieron el castigo de sus autores. Las manifestaciones de los musulmanes europeos fueron en la misma línea, prueba de su escasa integración en nuestra sociedad.

Recientemente se ha celebrado en Ginebra la Conferencia de la ONU sobre el Racismo. Los líderes de los Estados islámicos han pretendido que se aprobara un texto en el que se condenaba la «difamación de las religiones». Menos mal que los demás países se han opuesto y, finalmente, se ha suprimido esta expresión, acordándose la protección de la libertad de expresión como forma de afirmación en la lucha contra la discriminación y el racismo.

El propósito de los dirigentes musulmanes suponía un retroceso en la libertad de expresión y de imprenta en todo el mundo, que impedía no sólo la crítica a la religión de Mahoma sino también a cualquier otra manifestación religiosa. ¿Se trata de un islam medieval? Pues no exactamente, porque en aquella época el mundo musulmán ofrecía parcelas de libertad de expresión que no se daban en la Europa cristiana. Ese es el islam que tendrían que propagar los ulemas actuales y no el radicalismo que supera incluso el fanatismo medieval.

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