Latifa, refugiada siria: "Prefiero morir con honor que vivir como un perro"

Islam en Murcia - 16.05.16
Rosa Lorca (@Lorcaprosa)

Ser refugiado dentro y fuera de nuestras fronteras:

 “Prefiero morir con honor, que vivir como un perro durante el resto de mis días” 

Niña iraquí en un campo de refugiados de Al Hassaka, Siria

Este mes de marzo se han cumplido 5 años del comienzo de la Primavera Árabe. Una revolución popular que, en un principio, fue organizada pacíficamente por unos ciudadanos hartos de la corrupción, la desigualdad y la falta de esperanza presentes en sus países. La ilusión que ésta produjo en la población de casi la totalidad de estados del Mundo Árabe pronto se vio transformada en decepción. El resultado no fue el esperado para quienes salieron a la calle a luchar en favor de una profunda remodelación del sistema político: Yemen y Siria se hallan en mitad de una guerra cuyos intereses actuales distan considerablemente de los que movieron a la Revolución. Países como Libia han terminado por convertirse en un ‘estado fallido’ y otros, como Egipto, han regresado al yugo de una dictadura militar. Cambiar para que nada -o casi nada- cambie. 

Nazarin Armanian en Murcia
En el caso de Siria las secuelas de una guerra que dura ya 5 años se han saldado con la vida de alrededor de 470.000 personas, según datos del Centro Sirio de Investigación Política. Estas cifras suponen el 11,5% de la población. A este número se le suman los 4,5 millones de desplazados en Turquía, Líbano, Jordania, Iraq y Egipto y los más de un millón de refugiados que han llegado a Grecia desde el 2015, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). 

Cabe resaltar que ese millón que ha llegado a Europa a través de Grecia no sólo se encuentra compuesto por sirios, sino también por refugiados afganos e iraquíes. “Hablamos de los refugiados sirios, pero no decimos nunca que 8 millones de afganos han perdido su hogar y que en su país hay una guerra que todavía continua”, declaró el pasado mes de marzo la politóloga Nazanin Armanian, en una conferencia organizada por el grupo local de Murcia de Amnistía Internacional con motivo de la campaña #YoAcojo, con la que se pretende que los gobiernos cumplan con  asentar al número de refugiados que prometieron acoger.

Familia de refugiados sirios en Budapest
De ese millón de personas, 26.000 son menores que han llegado sin acompañamiento, según afirma Save the Childen. Esos niños que han emprendido su viaje hacia Europa de forma solitaria están expuestos a una mayor vulnerabilidad que los que van acompañados por un familiar. Según datos de la Europol, se estima que 10.000 menores han desaparecido en suelo europeo. “Durante los primeros días de entrada de refugiados en Alemania, un niño fue secuestrado. Un señor alemán de dos metros se lo lleva de la mano, posteriormente lo viola y lo asesina”, comenta Nazanin. Se trata de Mohamed, un niño de 4 años que el pasado 1 de octubre se hallaba jugando con sus hermanos en las inmediaciones de un centro de registro de refugiados de Bradenburgo.  Su cadáver apareció en el maletero del coche de un vecino alemán de 32 años.

El caso del pequeño Mohamed no es aislado, sino que sucede en todos los países que forman parte de la ruta que siguen los refugiados hacia el norte de Europa. Además, según afirma la Europol, podría haber aparecido una nueva mafia de tráfico de personas desde el comienzo de la crisis migratoria. Esta mafia tendría sus puntos de operación en Alemania y Hungría. También confirma la conexión entre bandas criminales que secuestran a niños con redes de explotación sexual, las cuales llevan años siendo investigadas por la Oficina Europea de la Policía.

Niños y mujeres: Los más expuestos al abuso dentro y fuera de nuestras fronteras

Colegio somalí en campo de refugiados de Dadaad
Nazanin Armanian también hace alusión a los abusos sexuales cometidos contra las mujeres en los campos de refugiados no sólo de Europa, sino de todo el mundo, especialmente en los ubicados en países africanos, como en la República Democrática del Congo o Kenia, en éste último se halla el campo de refugiados de Dadaab, considerado el afincamiento más grande del mundo. Apunta que “muchas mujeres se ven obligadas a prestar favores sexuales a los guardianes  a cambio de una aspirina o de una botella de agua para sus hijos”. 

El segundo lugar lo ocupa el campo de refugiados de Zaatari, en Jordania. Su reciente masificación debido a la guerra en Siria y la pobreza de sus habitantes están cebándose especialmente con las niñas que residen en él. Muchas de las familias que carecen de recursos para mantener a todos sus miembros optan por concertar el matrimonio de sus hijas con hombres mayores que ellas. De esta forma consiguen, mediante la dote, una vía de obtención de ingresos económicos, denuncia en el portal de noticias Middle East Eye la organización libanesa KAFA, cuyo objetivo principal es luchar contra cualquier forma de abuso hacia mujeres y niños. El matrimonio concertado no es el único mal que se sufre en el campo, las violaciones están a la orden del día, comenta Nazanin: “Allí la tasa de violaciones tanto de mujeres como de niños y niñas es tan grande que muchas de ellas han agarrado a sus hijos y han vuelto a Siria, en plena guerra. Prefieren morir que vivir esta   situación”.

Niño refugiado limpiabotas en Beirut
Mientras tanto, el sector más pobre de la sociedad siria ni siquiera se puede permitir pagar un pasaje para escapar de las fronteras que mantienen a 18 millones de personas atrapadas entre combates, bombarderos, ejecuciones y torturas por parte del ejército y de las numerosas facciones sectarias.  Otros muchos que partieron, sin embargo, han decidido volver a su tierra natal ante los oídos sordos de una Europa que, fundada bajo los valores de la solidaridad, les da la espalda, y ante una Turquía que les niega la posibilidad de trabajar y vivir dignamente sin ser explotados al no tener permiso de residencia. “Prefiero morir con honor, que vivir como un perro durante el resto de mis días”, nos dice resignada Latifa*, una joven siria que hace más de un año huyó de Siria y se afincó en Estambul, donde trabajó en un restaurante de comida rápida cobrando casi 5 veces menos que un ciudadano turco, trabajando alrededor de 12 horas diarias y alimentándose  de las sobras de la comida de clientes a quienes previamente había servido.

*Nombre ficticio para preservar la identidad de la joven.

Artículo de Rosa Lorca, periodista que colabora con Islam en Murcia.

Comentarios

  1. Desde aquí quiero expresar mi apoyo a los desplazados de la Primavera Árabe.

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