Fernando Reinares: "El terrorismo global es mucho más amplio que Al Qaeda"

Considerado como uno de los mayores expertos en terrorismo de nuestro país, Fernando Reinares, investigador del Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos, atiende a EL IMPARCIAL para abordar la operación en la que se dio muerte a Osama Ben Laden, la verdadera naturaleza de la red terrorista o los retos a los que se enfrenta Occidente en su lucha contra el terror.

Borja M. Herraiz
26-05-2011
¿Descabezar a Al Qaeda implica limitar su capacidad de actuación?
El hecho de que una organización terrorista como Al Qaeda pierda a su líder indiscutido es algo que tiene una incidencia inmediata sobre su capacidad de actuación, efectivamente. Ello es debido, entre otras cosas, a que el resto de los dirigentes y mandos se ven obligados a incrementar sus medidas de autoprotección y evitar llevar a cabo movimientos o mantener comunicaciones que los hagan detectables a los servicios de inteligencia.
Por otra parte, la información extraída de los archivos y los ordenadores hallados en la residencia paquistaní de Abbottabad, donde fue abatido Osama ben Laden, pueden resultar de una extraordinaria importancia para degradar, más de lo que ya estaba, el potencial terrorista de Al Qaeda. Lo que no quiere decir que este potencial de terrorismo no fuese o continúe siendo entre significativo y considerable, depende de la métrica que utilicemos para evaluarlo.
A medio y largo plazo, a la vista de cómo en el pasado se ha producido el reemplazo de muy destacados miembros de Al Qaeda muertos o capturados, lo previsible es que se proceda a una sustitución de Osama ben Laden. Pero es muy difícil que quien lo sustituya tenga la misma aquiescencia y los mismos respaldos internos que tenía este último, lo que puede a su vez incidir sobre la cohesión interna de la organización y, en este sentido, limitar asimismo su capacidad de actuación.
A todo lo cual cabe añadir que, cuando una organización terrorista como Al Qaeda presenta como victoria el hecho de no ser derrotada, la pérdida de su líder supone un contratiempo muy serio para la imagen de invulnerabilidad que quiere presentar en el marco de su estrategia de desgaste, lo que puede afectar marcadamente a su habilidad para movilizar los recursos humanos y materiales que necesita para, como pretende, persistir con notoriedad.
¿Ha sido la bautizada como operación ’Gerónimo’ una estrategia contraterrorista realmente efectiva o estaba más encaminada a aplacar el sentimiento de venganza tras el 11S?
Para empezar, la operación no recibió ese nombre. Al respecto hay cierta confusión. Esa palabra era una clave para transmitir a las autoridades estadounidenses, en el momento, una determinada resolución del asalto a la casa de la localidad paquistaní en la que se escondía Osama ben Laden.
Para valorar la efectividad de esta operación en el contexto de la agenda contraterrorista de la Casa Blanca, es fundamental tener en cuenta que, al poco de asumir la Presidencia de su país, Barack Obama presentó una estrategia para Afganistán y Paquistán que tenía como objetivo prioritario el desmantelar y erradicar a Al Qaeda. Haber conseguido privar a esta organización terrorista de su líder fundacional y carismático es, a la luz de la definición de dicha estrategia, un éxito, cualquiera que sea el juicio moral o legal que merezca.
Pero, de acuerdo con la lógica misma de tal estrategia estadounidense, privar a Al Qaeda del liderazgo de Osama ben Laden es sólo un éxito parcial. No en vano, Al Qaeda sigue existiendo y no es previsible que vaya a desaparecer en breve. Además, acaso importa subrayar que el acento que la estrategia estadounidense pone sobre destruir Al Qaeda corre el riesgo de olvidar, por una parte, el tratamiento de las bases sociales en las que se reproduce el terrorismo global y, por otra, que el terrorismo global es hoy, casi diez años después de los atentados de Nueva York, Washington y Pensilvania, algo mucho más amplio que Al Qaeda.
Los españoles lo sabemos bien, al constatar la naturaleza compuesta de la amenaza del terrorismo yihadista que subyace a los atentados del 11 de marzo de 2004. Por cierto, unos atentados asumidos como propios por Al Qaeda, aunque planificados y preparados por miembros de organizaciones norteafricanas asociadas con Al Qaeda y ejecutados por elementos de una red local movilizada al efecto. Pero parece que a veces se olvida el papel público de Osaba ben Laden como, al menos, instigador, amenazando a España como lo hizo en octubre de 2003.

¿Está de acuerdo con la corriente que señala que Al Qaeda, más que una organización propiamente dicha, es una idea, un concepto que aglutina a diversos grupos terroristas con objetivos y características diferentes?
Al Qaeda es una organización. Ha sido una organización formalmente establecida, con estructuras de control y mando, jerarquía interna, estrategia y liderazgo. La información que las autoridades estadounidenses han transmitido sobre los hallazgos de Abbottabad confirma incluso lo que muchos venían negando: que Osama ben Laden era mucho más que una fuente de inspiración por lo que se refiere al terrorismo yihadista.

Mis colegas y alumnos saben que desde hace años vengo criticando esa visión infundada de acuerdo con la cual Al Qaeda se había convertido en una mera ideología o disuelto en un movimiento amorfo y carente de articulación. Lo que ocurre es que, si cuando ocurrieron los atentados del 11S en Estados Unidos hablar de terrorismo global era hablar de Al Qaeda, con el tiempo dicho fenómeno se ha transformado, de tal modo que en la actualidad es posible discernir analíticamente cuatro grandes componentes constitutivos del mismo, no todos ellos interrelacionados entre sí a modo de red.
El primero de estos cuatro componentes de la actual urdimbre del terrorismo global es, claro está, la propia Al Qaeda, es decir, su núcleo fundacional y la matriz permanente de referencia para el yihadismo mundial. El segundo, las extensiones territoriales de Al Qaeda en la Península Arábiga, Iraq y el Magreb. El tercero lo forma el heterogéneo y con el tiempo cambiante elenco de grupos y organizaciones afiliadas de uno u otro modo con Al Qaeda, desde Therik e Taliban Pakistan o la Unión de la Yihad Islámica hasta Al Shabaab. El cuarto y último componente de la urdimbre del terrorismo global es el de las células locales autoconstituidas e independientes.
Ahora bien, es un serio error, en el que se ha incurrido, tomar este último componente por el todo y decir que la amenaza del terrorismo global, incluso en las sociedades occidentales, procede fundamentalmente de esas células locales independientes. Hoy en día, la inmensa mayoría de los atentados relacionados con el terrorismo global son el producto de las extensiones territoriales de Al Qaeda o de sus grupos y organizaciones asociadas.
Tras la muerte de Ben Laden, ¿cuál es la estrategia a seguir para intentar erradicar la amenaza islamista radical? ¿Existe una estrategia común de Occidente contra de la red islamista radical?
No hay motivos para modificar las estrategias, políticas y medidas que, al menos en el ámbito de las naciones occidentales, se han introducido y desarrollado a lo largo de los últimos años. Desde luego, las labores de inteligencia, incluida la policial, son fundamentales para detener terroristas, desmantelar sus estructuras y desbaratar sus tramas de financiación. También para informar adecuadamente las decisiones de los gobiernos en otros asuntos como la prevención de la radicalización yihadista en el seno de las comunidades musulmanas o los desarrollos más adecuados en la imprescindible cooperación internacional y en política exterior o diplomacia pública, por ejemplo. La legislación y las instituciones judiciales tienen aún un margen de mejora en su adaptación a las características y naturaleza de terrorismo internacional.

Dicho lo cual, no creo que sea posible hablar de una estrategia común de Occidente frente al terrorismo global, aunque la perspectiva occidental impregne en buena medida la estrategia global contra el terrorismo de Naciones Unidas y destaque en su implementación. En el seno de la Unión Europea hay un elevado grado de consenso al respecto, plasmado en la estrategia europea de lucha contra el terrorismo. Pero incluso es posible constatar, como ha ocurrido tras la muerte de Osama ben Laden, que existen diferencias notables entre los gobiernos europeos respecto a qué hacer contra el terrorismo y los terroristas.
Quisiera pensar que hay una serie de valores que podríamos considerar en principio comunes al conjunto de las democracias liberales, sustentadas en el respeto a los derechos y libertades fundamentales, el Estado de derecho y la autonomía de la sociedad civil. Pero es razonable el argumento de acuerdo con el cual en los países europeos se observa una crisis de valores que incide directamente sobre el modo en que social y políticamente se trata no tanto el terrorismo sino el entorno cómplice y encubridor de los terroristas. Ahí está, por ejemplo, la ausencia de un modelo claro que aplicar en materia de prevención de la radicalización yihadista en la población musulmana, una vez comprobado lo obsoleto e incluso contraproducente el enfoque del multiculturalismo.

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